Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

10 Mar, 2014

Mexicanidad

Y el Oscar va para... ¿México?

Por ociosa que parezca, esta interrogante sintetiza una de las discusiones más intensas e inesperadas que se desataron en las redes sociales una vez que se conocieron los ganadores de las estatuillas que otorga anualmente la Academia de Hollywood.

Y digo inesperada porque, en otro momento, la reacción natural es que todo un país se hubiera sentido unánimemente orgulloso de que un compatriota suyo se convirtiera en el primer realizador de habla hispana en ganar el premio más famoso del cine en la categoría de Mejor Director.

Sin embargo, lo que abundaron fueron las objeciones a la mexicanidad del premio obtenido por Alfonso Cuarón, empezando por la película misma, Gravedad, que es un producto hollywoodense químicamente puro, protagonizado por dos destacados actores de su star system, financiado y distribuido por una major (Warner Bros.) con un presupuesto millonario y un despliegue de recursos tecnológicos imposible de imaginar de este lado del Río Bravo. Y, en segundo término, porque la propia trayectoria de Cuarón ha sido impulsada por la industria estadunidense, al igual que la de su fotógrafo de cabecera, Emmanuel Lubezki.

Más encendida fue la polémica en torno a Lupita Nyong'o, acicateada por su respuesta a la pregunta impertinente de un reportero en el sentido de qué porcentaje de su premio como Mejor Actriz de Reparto le pertenecía a México. Ella respondió que ninguno, lo cual no desmiente ni anula sus declaraciones previas sobre cómo nació en el Distrito Federal, su paso por Taxco para aprender español y su gusto por los tacos de carne.

Un debate de esta naturaleza no existió en 1990, cuando Octavio Paz ganó el premio Nobel de Literatura ni en 1995, cuando Mario Molina obtuvo el de Química, aun cuando sus méritos, de forma análoga a los de Cuarón, se deben en mucho a su trayectoria en el extranjero. Nadie, que yo recuerde, renegó de su mexicanidad como tampoco se reniega de la del Chicharito cada vez que hace un gol para el Manchester United.

Y, lo más notable, tampoco se dio esta discusión en 2007 cuando El Laberinto del Fauno ganó tres de los seis Oscares a los que estaba nominada, dos de ellos para mexicanos (Guillermo Navarro y Eugenio Caballero). Curiosamente aquí había pasto para más polémica: si la obra del jalisciense Guillermo del Toro hubiera ganado el premio como Mejor Película en Lengua Extranjera, técnicamente sí hubiera sido un Oscar para México (puesto que en esta categoría se postula a países, no a realizadores). Pero más de uno habría objetado que tanto la historia como los actores son españoles prácticamente en su totalidad. Habría sido justo que desde aquel lado del Atlántico reclamaran también como suyo el trofeo.

¿Por qué en este último caso no se dio esta controversia? Sencillo: Twitter aún no cumplía siquiera un año de existencia y Facebook apenas comenzaba a popularizarse como un sitio para compartir fotografías y estados de ánimo, no como el foro de expertos en todología en que se ha convertido.

¿Qué cambió en siete años? Que la creciente popularidad de las redes sociales trajo consigo que se volviera masivo el efecto de desinhibición en línea, un fenómeno visible en las antiguas salas colectivas de chat en las que, al amparo del anonimato, los conversadores en el ciberespacio adquirían una personalidad inconcebible para ellos en el espacio físico.

Precisamente esta suerte de síntoma es uno de los conceptos más interesantes que se desarrollan en la obra 64 Things You Need to Know Now for Then (editada en México por Océano con el título 64 cosas que debes saber sobre la era digital) del periodista británico Ben Hammersley, quien ofrece para los neófitos en cultura tecnológica un mapa muy ameno para transitar en una red capaz de convertir en fanfarrón al tímido y de hacer pasar como ideas lo que en otros contextos serían sólo prejuicios y resentimientos.

Apelando a los conceptos de Hammersley, un debate como el de la mexicanidad de los Oscares sería producto de una mezcla de argumentos sólidos refutados (si bien va) con pensamientos irracionales. En las discusiones de internet sólo se intercambian palabras y frases, letritas, no tonos de voz ni gestos de aprobación o de rechazo. Sin la interacción que sólo da el contacto frente a frente, el deseo de aniquilar al contrario anula las fórmulas de cortesía habituales. Estoy seguro que, de no haber existido en este momento las redes sociales, habría sido más fácil convocar para el festejo en el Ángel.

 

marco.gonsen@gimm.com.mx

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