Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

11 Mar, 2014

Pues sí, que se friegue el campo y con él, el país

He dicho aquí, que reformar es como andar en bicicleta; en tanto siga uno pedaleando, las cosas marcharán bien y avanzaremos. Al dejar de pedalear, la inercia nos llevará todavía un trecho; la longitud de éste dependerá de la velocidad que hayamos alcanzado al momento de dejar de pedalear en una relación directamente proporcional; a mayor velocidad, mayor será el trecho que recorreremos sin pedalear, producto de la inercia.

Sin embargo, al margen de la velocidad alcanzada al dejar de pedalear, al no hacerlo vamos a caer. Las leyes de la física se impondrán, y el golpe será de pronóstico reservado; más grave lo será, si no contamos con las protecciones obligadas cuando uno pasea en bicicleta.

Vienen a cuento los párrafos anteriores por la similitud que se registra entre pedalear y reformar una economía; a semejanza de lo que sucede cuando dejamos de pedalear, “el golpe” que nos damos cuando dejamos de reformar es igualmente grave. Esto, además, ni es nuevo ni somos el único país que ha iniciado un proceso de reformas para remover obstáculos y poner al día el andamiaje jurídico que soporta la economía, que lo ha dejado inconcluso.

En no pocas ocasiones, si no hay la plena disposición de “continuar pedaleando” permanentemente, más vale no “subirse a la bicicleta”; es decir, si vamos a dejar un proceso de reformas inconcluso al conformarnos con una o dos reformitas, más cosméticas que reales y efectivas por temor a las protestas de los grupos afectados en sus privilegios, es mejor no empezar a pedalear.

Hoy, todo parece indicar que en México ya nos cansamos de reformar; el trecho recorrido nos ha parecido suficiente y la decisión está tomada: A “bajarse de la bicicleta”, pues no hay la intención de concretar más reformas. Si usted no creyere esta afirmación, le pido lea los dos párrafos siguientes:

“… Para no caer en especulaciones de ningún tipo, ni alimentar las que eventualmente hubiera, hay que dejar muy en claro que el gobierno de la República ni ha propuesto, ni propondrá iniciativa alguna que modifique el régimen de propiedad social que hay en nuestro país.

Que el gobierno de la República de ninguna manera propondrá modificaciones a las modalidades de propiedad que actualmente prevé nuestra Constitución General de la República.”

Una vez dicho esto, lo que procede —dada la contundencia de las afirmaciones anteriores—, es imaginar el panorama que presentará el campo mexicano de aquí a cinco años.

La experiencia de los últimos 60 años en materia de cambio estructural de las actividades agrícolas, ganaderas y forestales demuestra que en los países en donde el capital y la tecnología han llegado al campo, la razón radica en la ausencia —en la legislación— de restricciones a las dimensiones de las operaciones propiedad de los agentes económicos privados.

La modernización del campo —en donde se ha dado— ha sido el resultado de la remoción de los obstáculos en aquél sentido, y de la definición de los derechos privados de propiedad y su respeto.

En consecuencia, ante la decisión de dejar intocado el texto constitucional, sólo nos resta afirmar que las cosas en el campo van a agravarse más. Lo que se diga será, en el mejor de los casos, buenas intenciones.

Que se friegue el campo; perdimos otra oportunidad.

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube