Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

28 Abr, 2014

Commodore

El arte es más poderoso que la obsolescencia. Al menos esa parece la moraleja que se extrae de una información ampliamente difundida por agencias internacionales la semana pasada, en el sentido de que fueron recuperadas varias obras realizadas en 1985 por Andy Warhol en una computadora Amiga 1000. Algo tendrá de poético que esta noticia surja en vísperas del vigésimo aniversario de la quiebra de Commodore, la compañía que contrató al afamado artista plástico para alardear las capacidades gráficas de su entonces producto estrella.

En la página www.nowseethis.org se anuncia la premiere mundial de la exposición Trapped: Andy Warhol’s Amiga Experiments, a realizarse el próximo sábado 10 de mayo en el Carnegie Lecture Hall de Pittsburgh, como parte de la serie The Invisible Photograph, auspiciada por la fundación William T. Hillman, que ha destinado recursos a proyectos que llaman a la reflexión, sobre el impacto de la fotografía en un contexto de innovación tecnológica que multiplica las imágenes por millones: ¿cuáles son los criterios intelectuales y estéticos mediante los cuales valoramos las fotos tomadas con celulares? ¿Qué tanto creemos en su veracidad? ¿Las seguimos apreciando como recuerdos? Y, sobre todo, ¿qué tanto son arte?

Para esta última interrogante cayó como anillo al dedo la recuperación de ensayos visuales de Warhol realizados con un software de dibujo digital; entre ellos una nueva versión de su clásica lata de sopa Campbell’s y una Venus de
Botticelli con tres ojos, literalmente atrapados en disquetes, una ya descontinuada tecnología de almacenamiento que fue rebasada primero por el disco compacto, luego por las memorias USB y más recientemente por la nube.

Un comunicado difundido el jueves por el museo Andy Warhol relata que esta obra inédita fue resultado de un encargo de la firma Commodore, interesada en que el afamado pintor y fotógrafo pusiera a prueba el potencial gráfico de Amiga 1000. La idea de rescatar los archivos surgió del artista Cory
Arcangel
después de ver en YouTube un video promocional de aquel convenio, en el que Warhol interviene un retrato de Debbie Harry, la vocalista del grupo Blondie, con el ratón de una computadora en lugar de un pincel.

Artista y empresa tenían en común su pertenencia al estado de Pensilvania; el primero, por haber nacido en Pittsburgh, y la segunda, por estar asentada en la comunidad de West Chester, aunque realmente fue fundada hace 60 años en Toronto, Canadá, como fruto del esfuerzo de Jack Tramiel, un inmigrante polaco que sobrevivió a los campos de concentración en Auschwitz. Una amplia biografía publicada en el sitio www.commodore.ca relata que Tramiel —cuyo nombre real era Idek Tramielski— tenía diez años cuando su pueblo natal fue invadido por los nazis; su padre murió al recibir una inyección de gasolina, como parte de un experimento de Josef Mengele.

La experiencia de ser una de las 60 personas rescatadas, de un universo de diez mil, curtió lo suficiente a Tramiel como para pensar que nada en adelante sería difícil para él. Aprendió inglés viendo películas de Hollywood y emigró a Estados Unidos, en cuyo ejército se enroló como responsable de la reparación de equipos de oficina. En una escuela de IBM aprendió a reparar máquinas de escribir eléctricas y ese fue el giro con el que decidió fundar una empresa cuyo nombre, según el obituario de The New York Times (Tramiel murió el 8 de abril de 2012), se le ocurrió después de ver durante un viaje en Alemania un automóvil Opel Commodore (anécdota inverosímil, si se considera que este modelo de carro comenzó a producirse en 1967, 13 años después).

Commodore evolucionó a ser fabricante de calculadoras electrónicas y de ahí incursionó en el mercado de la computación, llegando a su clímax con el modelo Commodore 64, hegemónico en los 80 y uno de los últimos legados de Tramiel —quien en una entrevista televisiva acuñó el juego de palabras “computers for the masses, not the classes” en referencia a su obsesión de producir la mejor tecnología al precio más bajo— antes de renunciar a esa compañía en 1984 por diferencias con el principal de sus inversionistas.

Diez años después, el 29 de abril de 1994, Commodore se declaró en bancarrota después de varios intentos fallidos de reeditar el éxito de la 64, entre ellos el lanzamiento de Amiga, una computadora revolucionaria, demasiado adelantada a su tiempo, al ser la primera verdaderamente multimedia. Así la describió en una entrevista al sitio www.c64.at el escritor Brian Bagnall, autor del libro que narra la caída de una empresa brillante que un día se volvió tan obsoleta como los floppies que almacenaron las ocurrencias de Warhol.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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