Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

10 Jun, 2014

Otra vez a la pregunta de siempre, ¿por qué no crecemos si lo hemos intentado todo?

Ya hicimos todo, dicen algunos; ¿por qué entonces no crecemos? Por la simple y sencilla razón de que no hemos hecho todo lo que debemos hacer. Las cosas que hicimos y las que pretendemos hacer hoy, son una pequeña parte de lo que debemos concretar para crecer a tasas altas por periodos prolongados.

No obstante, la profundidad de nuestros problemas estructurales, desde la sacudida que nos dio la apertura económica y la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, nos hemos dedicado a regodearnos en ella y vernos el ombligo.

Una y otra vez, en estos últimos años, hemos propuesto cambios más  superficiales y cosméticos que efectivos; cambios que no han ido al fondo de lo que nos impide crecer. Hoy por ejemplo, cuando llegan al Congreso iniciativas aparentemente profundas en uno o dos aspectos de la vida económica del país, las reticencias y visión del pasado de legisladores y buena parte de la clase política, impiden la conclusión rápida de la reforma constitucional y las leyes reglamentarias.

La desaceleración de la economía mexicana, el estancamiento pronunciado o si lo prefiere, la recesión, han puesto —otra vez— en el centro de la discusión, lo que nos acompaña cual maldición gitana desde hace tres decenios: la falta de crecimiento.

Por qué no crecemos, preguntan no pocos; otros  más, conocedores de la respuesta, pero que gustan del juego del Tío Lolo, gritan la respuesta políticamente correcta: ¡por las políticas neoliberales!, fingen ignorar la realidad del desempeño del Congreso, y la visión del desarrollo que sus integrantes mantienen y defienden.

También, no faltan los que bien intencionados, pero desconocedores de la materia económica preguntan, si ya hemos hecho todo, ¿por qué entonces  no crecemos? Esta pregunta será, pienso, uno de los grandes temas que centrarán la discusión y reclamos en la elección intermedia el año próximo porque, en vez de buscar respuestas buscarán votos. 

Los que se han encargado de frenar —por años— los cambios legislativos que nos habrían permitido crecer, serán los más gritones y cual posesos en una ceremonia de vudú, señalarán al gobierno en turno como responsable de la falta de crecimiento. Otros, se contentarán con recurrir a la popular cantaleta: El segundo semestre será mejor; los frutos de las reformas se verán a partir de 2016, y el precio de las gasolinas bajará a partir de 2020 y así por el estilo.

Sin embargo, por bien intencionados que sean unos e hipócritas los otros, la verdad de nuestras transformaciones es otra: no hemos hecho todo lo que se necesita para crecer. Es más, nos falta por hacer la mayor parte de lo que se requiere para crecer a tasas altas por periodos prolongados.

Eso bien lo saben quienes repiten que todo lo hemos hecho, y no crecemos; pretenden esconder con esta mentira su verdadera intención: fortalecer el pasado y sus políticas públicas erróneas que tanto daño nos han hecho.

Por lo demás, algo pasa; los años se acumulan y la economía no crece, no crea los empleos formales que la población demanda y por si esto no bastare, nadie acierta a responder —clara y objetivamente—, por qué no crecemos.

¿Le parece bien que el jueves intente darle una respuesta? Aquí lo espero entonces.

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