Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

21 Jul, 2014

Soylent

En 1973 la película Cuando el destino nos alcance auguraba que en 2022 la Tierra pasaría factura al hombre por el calentamiento global. La obra muestra una Nueva York sobrepoblada y sin glamour, donde la gente duerme amontonada en las escaleras de los edificios. Las estampas más bellas de una naturaleza soleada y llena de vegetación y frutas ya sólo existen en una cinta que se exhibe a aquellos que están próximos a morir. El único alimento es una galleta llamada Soylent Green (que da título al filme en inglés), cuyo reparto provoca tumultos que son sofocados por camiones de excavación cuyas palas aplastan a las personas y se las llevan a un destino desconocido. Charlton Heston encarna a un agente que, mientras investiga un asesinato, descubre que el alimento está hecho de cadáveres humanos.

A ocho años de que se llegue a la apocalíptica fecha, no parece que el mundo y mucho menos la Urbe de Hierro se aproximen a tal escenario. Sin embargo, la palabra Soylent ha recobrado vigencia gracias a Rob Rhinehart, un ingeniero eléctrico oriundo de Atlanta que bautizó con ese nombre a un extraño licuado con el que pretende, según sus propias palabras, proporcionar nutrición máxima con el mínimo esfuerzo.

Convencido de que la gente invierte demasiado tiempo y dinero en preparar la comida de todos los días, Rhinehart ofrece en el sitio www.soylent.me un producto en polvo al que considera como un auténtico alimento —y no un mero suplemento— que le ahorra a los clientes la necesidad de comprar ingredientes individuales y les da los nutrientes necesarios por menos de diez dólares al día. Como paso previo a la búsqueda de financiamiento para su idea, publicó en febrero de 2013 un texto en su blog personal, en el que argumentó sobre la necesidad de ser menos dependientes de la comida tal y como la conocemos ahora, causante de males tan disímbolos como obesidad e inanición.

En una conversación con la periodista Monica Heisey para la revista Vice, publicada un mes después, Rhineheart plantea que comer es una actividad ociosa y asegura que su motivación fue hacer de la alimentación un proceso más eficiente, para lo cual utilizó su propio cuerpo como laboratorio, y el resultado derivó en un batido de vitaminas, minerales y aminoácidos que, aparte de suplir los víveres convencionales, hace gastar menos gas y luz. 

Si hemos de hacer caso a la reconstrucción elaborada en mayo pasado por la revista The New Yorker, la idea de crear Soylent habría sido más bien resultado de la necesidad que de una filosofía muy elaborada. De acuerdo con su relato, Rhineheart y dos compañeros de habitación habían estado trabajando en San Francisco, California, en un proyecto para construir torres de telefonía celular de bajo costo. Ya para diciembre de 2012 sus esfuerzos no habían fructificado y sólo veían cómo se agotaban los 70 mil dólares que recibieron de la firma Y Combinator, una incubadora de startups. Uno de los rubros en los que más economizaron fue precisamente en el de la comida, sobreviviendo los meses de su encierro con sopa, quesadillas y pastillas de vitamina C.

A partir de ese momento fue cuando Rhinehart concibió la alimentación como un problema de ingeniería y concluyó que el cuerpo humano no necesita comestibles, sino nutrientes, y elaboró una lista de los 35 indispensables para la supervivencia. Los consiguió en polvo y al mezclarlos con agua obtuvo una poción que consumió durante 30 días y que, a la luz de los resultados (al menos no se enfermó de gravedad) lo animó a buscar financiamiento vía internet. A año y medio de distancia ha recibido dinero de inversionistas de Silicon Valley, incluyendo de nuevo a Y Combinator y a la poderosa Andreessen Horowitz, y ya se da el lujo de aceptar pagos con bitcoins.

Parte de su éxito lo documentó el pasado jueves Chris Ziegler, editor del sitio The Verge, quien vivió 30 días con una dieta de puro Soylent y narró que lo difícil del ejercicio fue, precisamente, empezar: gracias a la publicidad de boca a boca, un consumidor nuevo debe esperar entre diez y 12 semanas para recibir su primer pedido.

Si la música en línea acabó con el placer de coleccionar discos, y los e-books con el fetichismo de tocar y oler los libros de pasta dura recién sacados de su celofán, Soylent amenaza acabar con el arte de la gastronomía, los chefs y hasta con el puesto de sopes de la esquina. Ese sí es el tipo de destino que nunca querremos que nos alcance.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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