Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

24 Nov, 2014

El Código Enigma

Protagonista de la serie televisiva Sherlock, el actor británico Benedict Cumberbatch se convirtió en el hazmerreír de las redes sociales en octubre, cuando se volvió viral el fragmento de un documental de la BBC en el que funge como narrador y donde, aun con todo y su dicción impecable, es incapaz de pronunciar la palabra “penguin” (dice algo así como “pengwings” o “penglings”), un escándalo si se considera que presta su voz a un personaje en la película animada Los pingüinos de Madagascar.

Más allá de esta anécdota –de la que él mismo se rió durante su participación en The Graham Norton Show–, Cumberbatch ha tenido papeles relevantes en historias relacionadas con la tecnología: hace una década encarnó al físico Stephen Hawking en una película para la televisión inglesa y el año pasado interpretó al activista australiano Julian Assange en El Quinto Poder (The Fifth Estate), drama sobre WikiLeaks que fue un rotundo fracaso de crítica y taquilla: sólo 37% de reseñas positivas en el sitio Rotten Tomatoes y una recaudación de 8.5 millones de dólares, la tercera parte de lo que costó producirla, según datos de Box Office Mojo.

Un futuro muy distinto se perfila ahora con The Imitation Game, película biográfica por la que Cumberbatch ya ganó el premio de Mejor Actor en los Hollywood Film Awards por su caracterización del matemático británico y pionero de la computación  Alan Turing. El filme causó buena impresión desde su premiere en los festivales de Telluride y Toronto, y será estrenado el próximo viernes en Estados Unidos. El portal Gold Derby, que reúne las predicciones de 25 expertos cinematográficos de los medios y sitios más influyentes en esa materia, le augura una promisoria carrera al Oscar con pronósticos de nominaciones para la película y su protagonista.

Se cumplan o no estas expectativas, lo importante es que será conocida a escala global la trayectoria de un científico que empleó su talento para desarrollar un dispositivo que descifrara los códigos navales nazis, al que se le considera como la primera computadora en forma, un relato recuperado por el también matemático y activista londinense Andrew Hodges en el libro Alan Turing: The Enigma, publicado en 1983 y en el cual se basa la cinta dirigida por Morten Tyldum.

Aunque llegará el 15 de enero a las salas de México con el atractivo y correcto título de El Código Enigma (que refiere al aparato parecido a una máquina de escribir que sirvió a los militares alemanes para encriptar sus mensajes), The Imitation Game también resulta altamente significativo, pues alude al famoso test que el propio Turing propuso en su ensayo Computing Machinery and Intelligence, publicado en la revista Mind en 1950, y que desde entonces sirve para medir qué tan “inteligente” es una máquina. Consiste en aplicar un interrogatorio con las mismas preguntas a una persona y a una computadora, ubicados en lugares distintos, y determinar con base en sus respuestas cuál es cuál (el pasado 7 de junio, al cumplirse 60 años de la muerte de Turing, un programa informático desarrollado por rusos convenció a 33 por ciento del jurado de la Royal Society de Londres de que era un ser humano, con lo cual se habría pasado por primera vez la prueba de Turing, aunque está por verse si califica como la primera experiencia verdadera de inteligencia artificial). 

Para atraer a un público no habituado a ver dilemas numéricos en la pantalla grande, The Imitation Game debió darse algunas libertades históricas y dramáticas, tal como señala la reseña publicada por The Guardian, que menciona la queja de Hodges acerca del papel de la actriz Keira Knightley y que da pistas falsas sobre una de las características más conocidas de Turing (y que evito mencionar para no incurrir en un spoiler).

Una fotografía de Turing aparece al lado de Ada Lovelace, Steve Jobs y Bill Gates en la portada del libro The Innovators. Ahí, su autor, Walter Isaacson, recuerda cómo el matemático inglés fue influido por las teorías de la física cuántica que aseguraban que los sucesos que ocurren en el espacio subatómico no están predeterminados, sino que están gobernados por probabilidades estadísticas (a diferencia de la astronomía, capaz de predecir con exactitud lo que ocurrirá en millones de años). Es decir: sabremos siempre lo que pasará con planetas y estrellas, mientras que los átomos y electrones son presa de la incertidumbre. Un factor que, según creía Turing en su juventud, estaría relacionado con el libre albedrío, una característica que distingue a los hombres de las máquinas. 

Siendo así de imprevisible el futuro, es un enigma saber hoy si Cumberbatch logrará alzarse con la estatuilla dorada en febrero próximo. De ser así, le convendrá no incluir pingüinos en su discurso de agradecimiento.

*marco.gonsen@gimm.com.mx

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