Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

12 Ene, 2015

Manifiestos

“Hacer buena cocina se lleva su tiempo. Si lo hacemos esperar es para brindarle un mejor servicio y complacerlo...”. Esta advertencia al público, escrita originalmente en francés, abre el menú del restaurante Antoine de Nueva Orleans, fundado en 1840. El anónimo autor de este apotegma gastronómico dio soporte a un texto clásico de la filosofía cibernética que cumple 40 años de refrendar la vigencia de sus postulados.

La carta completa de platillos de aquel establecimiento culinario abre el segundo capítulo del libro The Mythical Man-Month (1975), escrito por el ingeniero Frederick Philips Brooks Jr., quien este 2015 celebrará además 30 años de que recibió la Medalla Nacional de Tecnología que otorga el gobierno estadunidense y dos décadas de haber publicado una reedición vitaminada de aquella obra pionera de la programación computacional, disponible para las nuevas generaciones en Kindle y tablets.

Como se podrá deducir de la inclusión del divertido aviso para comensales impacientes, The Mythical Man-Month es mucho más que un manual atiborrado de lenguaje técnico. Se trata de una deliciosa colección de citas memorables producto de la experiencia del propio Brooks como cabeza del proyecto para crear el sistema operativo del IBM System/360, una revolucionaria generación de enormes computadoras de los años sesenta que sirvieron a empresas, universidades e incluso a la NASA.

Brooks considera que la tarea del programador es divertida y una de sus recompensas consiste en la alegría de hacer las cosas simplemente por hacerlas, como los niños cuando juegan a moldear pasteles de lodo. Genera la satisfacción de hacer cosas útiles para otras personas y el gozo de un aprendizaje perenne en un trabajo que nunca es repetitivo, donde siempre se lidia con problemas inéditos y se piensa en soluciones nuevas.

El programador, como el poeta, funciona sólo si se aleja un poco del estado puro de las cosas, dice Brooks: “Construye castillos en el aire, desde el aire, sólo con el esfuerzo de su imaginación”. Su valor agregado es que genera productos visibles, imprime resultados, dibuja figuras, produce sonidos y mueve brazos. Es magia, mito y leyenda vueltos realidad: en el teclado se escribe el hechizo correcto que cobra vida en la pantalla.

No todo es placer en esta utopía. Como en los cuentos de hadas, el conjuro de la programación sólo funciona si es perfecto, y la prisa de las empresas es una de las circunstancias que complotan contra esa pretensión. Así, Brooks cuestiona el optimismo de los programadores jóvenes que piensan que es posible saltarse etapas y ahorrar tiempo para concretar un sistema integral. Los compara con las bestias prehistóricas –dinosarios, mamuts y tigres dientes de sable– que terminaban hundiéndose en los pozos de alquitrán por más lucha que dieran dentro de éstos, como si fueran arenas movedizas.

Inspirado por el chef del Antoine, el ideario de Brooks es un alegato en favor de dar a todo su debido tiempo. Argumenta que, así como la gestación de un bebé requiere nueve meses, sin importar cuantas parteras estén asignadas a su auxilio, el desarrollo de un sistema no debe estar sometido a la dinámica laboral de contratar más personal para acelerarlo y así ahorrar meses de trabajo (el mito que da título al libro). Esta es la base para enunciar la ley que lleva su nombre: agregar mano de obra a un proyecto que va atrasado... sólo lo empantanará aún más.

The Mythical Man-Month fue visionario no sólo por ironizar sobre los “dúos de garaje” que en aquel entonces asombraban por la rapidez con la que creaban programas, a diferencia de las compañías con decenas de empleados (antes de que se ofendan los fans de Jobs y Wozniak, es preciso recordar que el libro fue publicado un año antes de la fundación de Apple). Su influencia se deja ver en otra célebre colección de aforismos, el Manifiesto Cluetrain (1999), recopilado por los blogueros y analistas Fredrick Levine, Christopher Locke, Doc Searls y David Weinberger.

Con el tono mesiánico de los días previos al arranque del milenio, los autores reunieron 95 tesis cuyo espíritu está resumido en la primera de ellas: “Los mercados son conversaciones”. Esto es, que el internet transformó la dinámica de las empresas, lo que las obligó a contraer nuevos valores –uno de ellos, el sentido del humor– y a abandonar el lenguaje del charlatán frente a audiencias (no meras clientelas) más inteligentes, informadas y demandantes.

El pasado jueves, Searls y Weinberger publicaron en cluetrain.com una actualización de aquel mítico manifiesto, al que agregan tópicos como privacidad y redes sociales. En 121 nuevas frases ensalzan el poder liberador de la conectividad contra la tendencia controladora de las aplicaciones móviles y proclaman que el internet no pertenece a las grandes corporaciones, sino que es un patrimonio de todos los humanos. Como los castillos en el aire.

  marco.gonsen@gimm.com.mx

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