Víctor Beltri

Víctor Beltri

12 Feb, 2015

Innovación política, urgente

Pocas veces como en este momento ha sido tan patente el desapego entre partidos políticos y sociedad civil. Es una relación difícil, que parece entrañar una profunda desconfianza mutua: si bien es cierto que la política, en las condiciones en las que nos ha tocado vivirla, genera las suspicacias de quienes conocemos sus formas, sus modos, su profunda proclividad a la corrupción, también lo es que los partidos no han buscado acercarse con la ciudadanía. La opinión del gobernado parece no tener la menor importancia para quienes deberían de tenerla como prioridad absoluta.

El distanciamiento no es banal. Los partidos no están respondiendo a las necesidades de la gente: mayor seguridad, más oportunidades, un mejor futuro. Al contrario: los partidos entregan resultados cuya importancia es, si acaso, relativa: los partidos políticos mexicanos no son un factor de cambio, un elemento de dinamismo, un motor de desarrollo.

Los escándalos recientes tampoco abonan. Un partido, cuyos miembros tienen un código de ética ajeno al del resto de la ciudadanía, no puede exigir apoyo cuando se sospecha que sólo será pasto de más trapacerías; un partido que no es capaz de seleccionar a sus candidatos, y convierte a una entidad federativa en un polvorín a punto de estallar, no puede garantizarnos buen gobierno y gestión pública eficiente; un partido que no es capaz de solucionar sus propios problemas en paz, y tiene que recurrir a ventilarlos en prensa, no puede prometernos el consenso con quienes no piensan como ellos. Un partido fundado alrededor de una megalomanía no puede ofrecer un diálogo entre las otras fuerzas políticas y quien se considera un iluminado; un partido que es en realidad una empresa familiar no puede prometer objetividad y profesionalismo.

Y así, nos vamos quedando sin opciones. Vaya, ni siquiera las candidaturas ciudadanas han logrado brindar una opción verdadera, salvo contadas excepciones como la planteada para la Miguel Hidalgo por Arne aus den Ruthen: ¿cómo comparar a un político profesional y dedicado, con experiencia, un plan serio de trabajo y voluntad de cambio, con quienes han tenido como único mérito su indiscutible exposición mediática? ¿Cómo es posible que se presenten payasos, futbolistas, cantantes, conductores de televisión a plantear un mejor gobierno para todos?

El problema es que la desconexión entre sociedad y partidos nos puede poner en un escenario de suma gravedad. El abstencionismo es un riesgo que va mucho más allá del simple hecho de anular una boleta o no acudir a las casillas: nuestro sistema simplemente podría implosionar y favorecer a quienes tienen las estructuras legales y fácticas para aprovechar la falta de votos. Esto es, que el resultado del voto nulo no traería las consecuencias que espera con romanticismo el círculo de lectores de Saramago, sino que terminaría por ganar el mismo de siempre.

¿Qué hacer, entonces? ¿Asistir impasibles al desmoronamiento de la democracia? ¿Apoyar el descontento que, si bien justo, no pasaría de ser una oportunidad perdida más? ¿Votar por quienes, objetivamente, no son una opción de gobierno realista?

Los partidos políticos deben de transformarse, haciendo un verdadero esfuerzo de innovación, y encontrar la conexión perdida con el electorado. Esto es, deben definir un futuro ideal y los pasos necesarios para alcanzarlos. Deben de entender no sólo lo que la gente quiere, sino lo que el país necesita, y plantear la manera de acercarse a la meta. Es el momento adecuado: los partidos deben saber que, si se presentan a las urnas con las mismas propuestas de siempre, la gente simplemente preferirá no perder su tiempo en un ejercicio que sólo será fuente de más corruptelas y abusos.

La política también es susceptible a la innovación, a la eficiencia, a hacer más con menos. Lo invito a continuar la conversación a través de Twitter o de mi correo electrónico, donde responderé con gusto a sus preguntas. Innovemos juntos.

vbeltri@duxdiligens.com

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