Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

4 Jun, 2015

¿Qué siente usted ante tanta podredumbre y corrupción?

¿Ha leído usted El Asco, de Horacio Castellanos Moya, publicado por Tusquets? Si no lo ha hecho, le pido lo busque de inmediato; por favor, cómprelo y léalo. ¿Por qué le recomiendo hacerlo? Por la sencilla razón de que el autor dice ahí, mucho de lo que pienso y siento de lo que hemos hecho con nuestro país, y de lo que somos como sociedad.

Las campañas actuales han sido el argumento final que me faltaba para ver claramente lo que desde hace meses me ha estado rondando; las mentiras y el cinismo de unos y otros; la falsedad de lo propuesto cuando no la imposibilidad de concretarlo, y la facilidad con la que no pocos están dispuestos a actuar sin escrúpulo alguno llegando, de manera natural –como si fuere cualquier cosa– a torcer la ley, a utilizarla para beneficiar al que consideran les garantizaría seguir con los privilegios adquiridos durante años, u obtener los que ha anhelado siempre, me ha hecho sentir ese asco que relata con crudeza y maestría Horacio Castellanos en su libro.

Ver y escuchar mentir de manera burda y cínica a quienes uno tenía en alto concepto, no es inocuo y menos aceptable pasivamente. ¿A qué se debe que tantos estén dispuestos a torcer impunemente la ley, para quedar bien con éste o aquel poderoso? ¿Qué hemos hecho durante decenios, para llegar a lo que hoy vemos hacer a millones, con una naturalidad y frialdad que no se ve ni en los peores delincuentes?

¿Acaso el poder los seduce y ciega, al grado de dejar de lado todo valor ético y toda barrera moral junto con la educación familiar recibida, en aras de hacerse de riqueza fácil y de manera rápida? ¿Es esa conducta, nuestra más grave enfermedad? Por otra parte, ¿el que así se conduce, es con quien pensamos que es factible construir un mejor país para nuestros hijos y nietos?

¿Dónde perdimos el rumbo? ¿Dónde y cómo adquirimos esa compulsión insana por enriquecernos, sin reparar en freno moral alguno? ¿De quién fuimos alumnos, quiénes los maestros que así nos formaron? ¿Tan bien nos enseñaron, que los superamos con creces?

¿Qué siente usted al ver tanta podredumbre, y esa corrupción que nos aplasta? ¿Qué siente al darse cuenta, que aquel que tenía en alta estima por su rectitud, se le presenta ahora tal cual es, como el corrupto que jamás habría imaginado usted que él pudiere llegar a ser?

¿Le atrae a usted compartir con esa gente espacios y tiempo libre? ¿De qué podría conversar con ellos una vez que se hubiere dado cuenta de quiénes son realmente? ¿Haría planes para compartir con ellos reuniones familiares? ¿Trabajaría bajo sus órdenes? ¿Cómo reaccionaría cuando le pidieren actuar en contra de sus valores? ¿Se opondría, y además renunciaría, en aras de mantener su dignidad y congruencia con su manera de pensar?

¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar, en aras de conservar su empleo? ¿A las peores acciones, las que llevaría a cabo resignado? Es más, de  hacerlas, ¿cómo las justificaría? ¿Cuáles serían sus excusas?

Lea por favor el libro aquél, y si lo hiciere, una vez que lo hubiere leído, vea a su alrededor y juzgue lo que lo rodea. Enseguida, sin temor alguno, respóndase: ¿Hemos hecho de México, un país que produce asco?

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