Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

29 Dic, 2015

Para nuestros políticos, cada día es 28 de diciembre

Una cuestión que sorprende a quien llega a analizar la política mexicana y las conductas de nuestros ciudadanos frente a ella, es, sino la aceptación abierta, sí el casi nulo rechazo a las promesas —imposibles de cumplir— y a las explicaciones —burdas las más de las veces—, de medidas fiscales o políticas públicas relacionadas con los ingresos del erario.

A nosotros, en cambio, tales conductas no nos sorprenden en modo alguno; es más, ni materia de estudio son para los estudiosos. Éstos, parecen estar más interesados en el futuro de éste o aquel pre-precandidato, o en la suerte de algún partido en la próxima elección.

¿A qué se debe ese conformismo o esa resignación del ciudadano, frente a medidas y decisiones de la clase política que lo tienen como afectado directo? ¿De dónde nos viene esa aceptación casi cristiana, y cuáles son sus causas? ¿Acaso como los cristianos debían poner la otra mejilla, nosotros debemos alistar el otro bolsillo para que la mano confiscatoria hurgue ahí, para ver qué más nos puede quitar?

Viene a cuento lo anterior, por esa costumbre de intentar hacer inocentes a nuestros semejantes cada 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes. Su celebración entre nosotros, obviamente, está muy lejos de parecerse a lo que los Evangelios relatan pues aquí, todo se resume a una broma, ya que lo que se toma del inocente, de inmediato es devuelto.

Una vez que hemos hecho inocente a alguien, como dije, queda sin efecto la promesa o el compromiso de, por ejemplo, no cobrarnos una deuda; lo que sí queda, es la inocencia de aquél o si lo prefiere, su ingenuidad. En el caso de las decisiones de la clase política que nos afectan, no hay regreso pues lo que se llevan, ya no lo devuelven.

Como dice el refrán, gavilán que agarra y suelta no es gavilán y nuestros políticos —gobernantes, funcionarios, legisladores o dirigentes de partidos políticos—, son gavilanes de fino plumaje y rapacidad infinita. Preguntemos entonces, ¿para ellos, cada día del año es 28 de diciembre? ¿Acaso es una oportunidad diaria que no deben desperdiciar, para hacernos inocentes?

La diferencia con la tradición es una sola: mientras que aquélla es una broma y lo obtenido nos dura unos cuantos minutos pues lo devolvemos a su propietario, con nuestros políticos no hay devolución. Para ellos, la razón de ser de su trabajo es hacernos inocentes —de una u otra manera— pero, eso sí, cada día del año.

Unas veces la inocentada consiste en engañarnos mediante la más burda de las mentiras para que, de buena o mala gana pero sin la menor protesta,  aceptemos que la medida confiscatoria nos va a beneficiar de la cual  afirman, en un ejercicio de actuación que ya lo quisieren los galardonados con el Oscar, que también beneficiará al país.

¿Nos hacen inocentes, o nos damos cuenta de la realidad que subyace a ésta o aquella medida pero, resignados desde hace años, aceptamos sin protestar ser tratados así?

Usted, ¿qué piensa? ¿Lo hacen inocente, o se da cuenta del saqueo del cual es objeto? ¿No protesta porque, desde hace tiempo entendió y aceptó resignado, que no hay forma efectiva de combatir esas conductas de nuestros políticos?

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