Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

2 Mar, 2016

Contagio

Como si se tratara de un triunfo futbolero, el pasado domingo, cientos de mexicanos se congregaron en el Ángel de la Independencia de la Ciudad de México y en la Macroplaza de Monterrey, para celebrar el Oscar entregado a Leonardo DiCaprio por su actuación en la película El renacido.

A reserva de que sociólogos y sicólogos hagan su chamba, me temo que difícilmente existirá una explicación racional para un fenómeno del que yo, al menos, no recuerdo precedente alguno. Aunque tampoco faltaron las porras para los compatriotas Alejandro González Iñárritu y Emmanuel Lubezki, lo que llamó la atención fue que la gente se sintiera animada a salir a la calle gracias a la estatuilla ganada por el histrión estadunidense, incluso llevando osos de peluche que aludían a la escena más célebre de la cinta por la que fue galardonado.

Me atrevo a aventurar como simple hipótesis que los congregados no eran fanáticos de DiCaprio –como consignaron medios internacionales– sino personas ávidas de echar relajo que encontraron un buen pretexto. Y éste fue, precisamente, que Leonardo obtuviera la presea que se le negó en seis nominaciones anteriores, lo cual era motivo de recurrentes y pesadas bromas que circulaban en internet cada vez que el actor figuraba en la quinteta de la Academia de Hollywood. Entre ellas estuvieron las páginas de Facebook que desde hace algunas semanas llamaron a festejar en plazas públicas el fin de la maldición de Leo, y que sumaron decenas de miles de adhesiones virtuales. La mayoría de quienes les dieron “like” supusieron que con este hecho bastaba para sumarse a la broma. Lo que no estaba en el guión es que una parte de ellas fuera a cumplirse en la vida real.

Con dificultad alguien puede argüir en la espontánea conducta de una multitud así una razón inteligente. Pero tampoco sería del todo preciso hablar de motivaciones tontas o triviales. Quizá haya otra forma de explicar, desde el punto de vista de la biología, por qué personas que uno supone juiciosas incurren en conductas inexplicables por mero contagio, entre ellas contonearse con el Harlem Shake,  arrojarse una cubeta de agua helada en la cabeza o dedicar tiempo a elaborar un gif del John Travolta confundido en Pulp Fiction... y además publicarlos con orgullo en internet.

En 1976, mucho antes de que ésta y otras herramientas tecnológicas se popularizaran, el evolucionista británico Richard Dawkins ya había reflexionado sobre cómo determinadas ideas se van transmitiendo de manera análoga a la de los genes biológicos, necesitando de otras ideas parecidas en las cuales incubarse y seguirse reproduciendo. A este concepto le denominó “meme” y, aunque este neologismo hoy en día está muy poco identificado con su acepción inicial, sigue aplicándose a los fenómenos virales en internet.

Este año se cumplen cuatro décadas de que la Universidad de Oxford editara el libro The Selfish Gene, publicado en español en 1993 como parte de la Biblioteca Científica Salvat con el título El gen egoísta. Las bases biológicas de nuestra conducta. Escrito con claridad bastante amigable tratándose de ciencia dura, Dawkins define en el decimoprimer capítulo la “unidad de transmisión cultural” a la que comienza llamando “mimeme”, basada en una raíz griega que remite a imitación, pero que redujo a “meme” para que fuera parecida a “gene” (gen, en inglés). Dando cuerda a su propio juego de palabras, en ese mismo apartado propuso que “meme” también tuviera la connotación de “memoria” y la del vocablo francés “méme” que significa “mismo”.

Como ejemplos de “memes” menciona canciones, ideas, consignas, modas de vestir o formas de fabricar utensilios, las cuales saltan de un cerebro a otro como estructuras vivientes tipo células. O por decirlo con sus palabras: “Cuando plantas un meme fértil en mi mente, literalmente parasitas mi cerebro, convirtiéndolo en un vehículo de propagación, como un virus” (en una entrevista de 2013 a The Guardian, Dawkins considera que los “memes” de internet son apenas un subconjunto específico de su idea original de 1976).

En el prefacio a la primera edición de The Selfish Gene, Dawkins establece que es etólogo y, como tal, su libro trata del comportamiento de los animales. Podría explicar por qué a tantas personas le da por seguir a otras haciendo el oso.

marco.gonsen@gimm.com.mx

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