Víctor Beltri

Víctor Beltri

3 Mar, 2016

El rol fundamental del estratega

La estrategia puede definirse, en un sentido amplio, como la actividad a través de la cual se plantea la manera más eficiente para llegar de una situación inicial a una futura. Establecer una estrategia no es sencillo, pero ninguna organización se puede dar el lujo de no hacerlo. Es algo similar a realizar un viaje: antes de emprenderlo es preciso conocer, al menos, nuestra posición en el mapa respecto al objetivo, las características del terreno y la ubicación de los obstáculos. Esto nos permite definir el tipo de transporte necesario, las modificaciones que habrán de realizarse y los lugares de reposta de combustible.

Lo mismo que con la estrategia, el viaje no termina con la concepción del mismo, sino que es entonces cuando apenas inicia. No basta con saber a dónde hay que llegar, ni mucho menos con abordar el buque mejor aviado: es necesario, además, tener una mano firme al timón, cuya vista no se nuble ante el oleaje más violento y que sea capaz de tomar decisiones en un instante sin alejarse de su objetivo. Definir prioridades, canalizar esfuerzos y recursos, fortalecer las operaciones y asegurarse de que toda la tripulación está remando hacia el mismo lugar, hacia la misma meta. Alguien que sepa conciliar lo planeado con lo real, que sepa darse cuenta a tiempo y dar los pequeños cambios de rumbo que correspondan a los cambios en el entorno.

La dirección estratégica, como la capitanía de un navío, es un esfuerzo disciplinado que genera no sólo decisiones fundamentales sino acciones efectivas, que brindan estructura a la identidad de una organización, a quien sirve, a lo que hace y a sus motivaciones intrínsecas. El director estratégico no sólo define el rumbo de la organización y las acciones necesarias para arribar a su destino, sino que también establece la forma de saber la distancia que lo separa del éxito a través de indicadores de desempeño. La dirección estratégica es el conjunto de decisiones –y acciones– que definen el desempeño final de la organización: para poder tomarlas de manera correcta es necesario conocer a fondo el panorama general, así como el específico al sector en el que se compite. Sólo así será posible identificar, además de las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas, la manera en que éstas actúan entre sí, para poder aprovechar mejor las fortalezas en escenarios de oportunidad, pero también para utilizarlas a nuestro favor en momentos de amenaza. Lo mismo con las debilidades, para que no constituyan un obstáculo en momentos de oportunidad y para minimizar su impacto en escenarios adversos.

El director estratégico debe conocer a fondo lo mismo el panorama general y el específico como las capacidades y recursos con los que cuenta. Debe ser capaz de sobreponerse a los organigramas y enfocarse en las funciones, para poder aprovechar al máximo lo que su equipo le ofrece en escenarios de razonable incertidumbre: eso es, precisamente, lo que lo convierte en un elemento crucial en cualquier organización. Su función es constante, al fijar los objetivos a corto, mediano y largo plazo y establecer la manera de lograrlos: debe de ser capaz, en consecuencia, de abstraerse del día a día para fincar su análisis haciendo uso de la información –de todas fuentes– que esté a su alcance.

La estrategia dicta los qués, y la innovación se hace cargo de los cómos. La tecnología es fundamental al facilitar nuevos modelos de negocio, esquemas de colaboración y medidas de control alineadas a objetivos específicos pero debe de ser entendida en su justa medida, como una herramienta que sólo sirve en tanto sepa ser utilizada. La tecnología sirve para automatizar y hacer más rápidos los procesos: si a un sistema se le alimentan variables erróneas, el resultado será el mismo error pero automatizado. Lo peor sería creer que el uso de la tecnología valida los errores humanos: la responsabilidad sobre el triunfo o fracaso de una estrategia tiene que caer, finalmente, sobre la persona que hace uso de la tecnología para tomar decisiones.

Las grandes obras requieren de grandes esfuerzos. Si los esfuerzos no se alinean en un mismo sentido, de forma ordenada, lo más probable es que los sueños nunca se conviertan en realidad. ¿Qué tantas ganas tenemos de lograrlos?

                                vbeltri@duxdiligens.com

                                                 @vbeltri

Síguenos en Twitter @DineroEnImagen y Facebook, o visita nuestro canal de YouTube