Adina Chelminsky

Aprendiz de brujo

Adina Chelminsky

11 Mar, 2016

Yo, Multipolar

Me llamo Adina y vivo en un mundo multipolar. No, esto no es la confesión de una condición sicológica ni el inicio de una novela de Sci-Fi. Es una realidad. Vivo en un mundo en donde lo que ayer considerábamos como “regla de oro” hoy es cuestionado y reemplazado; un sitio donde la manera en la que los países se relacionan unos con otros, el modo en el que trabajamos y la forma en la que el talento se desarrolla, ya no responde a los mismos estímulos ni da los mismos resultados.

Si, lo sé. Hablar de “lo inevitable del cambio” es un cliché para una generación acostumbrada al mundo del internet. Pero el concepto de mutipolaridad va mucho más allá, habla no sólo del modo en que nos comunicamos, sino también de la manera en cómo nos estamos reorganizando como mundo, como países, como empresas y como personas.

En los años 80 el tema de moda era la globalización; la integración de todos los países del mundo girando alrededor de EU, Japón y Europa. Discutimos, en ese momento y hasta el cansancio, si éste era el camino correcto para el desarrollo económico de los países y para el futuro de las empresas. Hoy, dos décadas después, sabemos que un mundo globalizado no es, como bien se diría, ni bueno ni malo, sino inevitable. Somos hoy más interdependientes que nunca.

Lo que está cambiando es el centro de gravedad de este mundo integrado: El modelo de las tres superpotencias económicas está perdiendo su vigencia, el poder está migrando a un nuevo grupo de países emergentes que van a encauzar el crecimiento del mundo en las próximas décadas. Los emprendedores del mañana están en estos países.

Las economías que antaño se consideraban como simples proveedoras de mano de obra hoy se están integrando al mercado de consumo con una fuerza de miles de millones de grandes y pequeños bolsillos ávidos de gastar y de emprender.

Estos son los países en donde se está gestando el futuro. De ser observadores pasivos del cambio, los países emergentes se están convirtiendo en los protagonistas activos del desarrollo.

Aunque podríamos analizar mucho sobre el porqué de este giro (el poder de la tecnología de la información, las políticas públicas enfocadas a la apertura y la fuerza de las empresas transnacionales) lo más interesante, útil y complejo es hablar del cómo. La manera en que nos vamos a adaptar a los retos que esta dualidad de competencia/protagonismo demanda.

Desde los cambios políticos a nivel país para atraer el capital y encontrar mejores formas de generar los recursos necesarios, sean naturales, materiales o humanos; hasta el cambio de paradigmas mentales que, como individuos, vamos a tener que hacer para reeducarnos, y educar a nuestros hijos, para hacer frente a una competencia laboral sin fronteras geográficas ni límite de talento.

Para las empresas, sean pequeñas o grandes transnacionales, estén asentadas en Suiza o en Corea del Sur, el alto rendimiento, y por ende su éxito, va a depender de su “esencia competitiva”, el poder encontrar el equilibrio entre la firmeza y la flexibilidad: mantener constantes los valores, procesos y directrices que son el core de la empresa, y que le han permitido llegar hasta donde ha llegado, a la vez que tenga la visión, creatividad y rapidez para poderse adaptar al nuevo panorama.

La manera de enfocar el mercado es, y lo será aún más en el futuro, totalmente diferente. Conocer al consumidor siempre ha sido importante, hoy se vuelve una condición sine qua non, porque la diferencia entre los consumidores en cada país, región y sector es cada vez mayor.

Durante años la Ley de Say ha resonado en los mercados, “la oferta crea su propia demanda”, si lo produces encontrará un nicho. Hoy el proceso se invierte. Primero observo y analizo qué es lo que se requiere en cada uno de mis mercados (en base a gustos, necesidades y forma de vida), y sólo después de entenderlo puedo entonces ofrecer soluciones a través de mis productos y/o servicios.

El proceso productivo y administrativo va a tener que basarse, antes que nada, en la comprensión de lo diferente. Todos los miembros de una empresa, del CEO hacia abajo, van a requerir contar con la sensibilidad para entender la idiosincrasia del otro, sea su colega, su cliente o su contacto a miles de kilómetros de distancia. La tolerancia ya no sólo es un valor políticamente correcto, se convierte en un determinante del bottom line.

El mundo multipolar es indudablemente complejo pero también fascinante. Da mucho de qué hablar, mucho en qué pensar y, sobre todo, un amplio campo para actuar. Parafraseando al gran grupo de rock R.E.M, “Es el fin del mundo como lo conocemos pero yo me siento bien”.

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