David Páramo

Análisis superior

David Páramo

8 May, 2017

Libertad económica

La excesiva y poco práctica sanción que aplicó la Comisión Federal de Competencia Económica a cuatro afores y 11 personas físicas no únicamente reiteró la forma iluminada en la que actúa el organismo que mal preside Alejandra Palacios, sino que rebotó con particular fuerza en la Comisión Nacional del SAR.

La discusión verdaderamente relevante no es cómo estas afores, señaladamente la de XXI Banorte, combatirán la sanción con la confianza en que lograrán muy importantes disminuciones en el monto de la multa o las señales que mandan en torno a la pertinencia de colaborar o no con la autoridad para disminuir las sanciones o evitar delitos penales.

Parecería, de hecho, que se muestra que la ley o la forma en la cual es operada plantea una suerte de régimen de terror. El temor a las sanciones penales o lo excesivo de las multas parecería un tehuacanazo o cualquier forma de tortura en contra de las empresas en aras de la competencia.

Parecería que, con las mejores intenciones, se dio un arma muy poderosa a un grupo de personas que, en aras de su obsesión, pueden hacer más daño ¿Se imagina si se hicieran corruptos por cuestiones económicas o políticas?

En la resolución de la semana pasada no mejora la situación de los trabajadores, puesto que en ningún momento estuvo en riesgo su dinero ni su patrimonio, tal y como lo señalaron la Consar y la Amafore.

En las entrevistas cómodas que tanto le gustan a Palacios dijo que sí hubo daño al mercado. Una afirmación que es total y absolutamente engaña bobos: lo importante no es el mercado sino las personas que deben estar al centro de cualquier regulación.

CONSAR

Los sancionados se pusieron de acuerdo para dificultar el traspaso de trabajadores. Las regulaciones emitidas en 2015 por la Consar cumplen el mismo efecto, legalizan lo que sancionó la Consar.

Se ponen una larga lista de trabas burocráticas de identificación de los trabajadores. Esta medida, que va en contra de la competencia a favor de los trabajadores, se tomó como reacción a otra práctica que no era institucional sino de personas: el cambio de afore de los trabajadores sin su consentimiento.

Es un hecho que un intermediario financiero debe estar seguro, como sucede en la banca, de identificar plenamente a quien está realizando la operación, pero debe hacerlo de una manera expedita y práctica.

La segunda parte de la regulación de la Consar es mucho más preocupante. Prohíbe, en los hechos, a los trabajadores elegir libremente en qué afore ponen su dinero. Es especialmente relevante subrayar: su dinero.

Las normas paternalistas que obligan al trabajador a limitar su posibilidad de cambio de afore en el momento que lo considere conveniente limitan, en ciertos momentos, que los traspasos puedan hacerse libremente a afores que dan mejor rendimiento y cobran menor comisión.

Aquí es necesario establecer que la norma parecería una maravilla, pero para la URSSS o algún otro gobierno totalitario que no reconoce la inteligencia de sus habitantes y, por lo tanto, la libertad de hacer lo que deseen con su dinero, así sea estar en una afore que le ofrece menor rendimiento.

Comisión y rendimiento son relevantes, pero también otros factores intangibles, como puede ser el servicio, la simpatía que pueda tener una empresa hacia el cliente o lo servicios relacionados.

El principio de proteger a los trabajadores estableciendo barreras burocráticas no únicamente viola la libertad de las personas sobre su dinero, sino que daña la competencia, puesto que la convierte de una sola dimensión.

En ninguna clase de servicio todo es el precio sino otros factores. Hacerlo así es tener una suerte de soberbia regulatoria que les hace creer que saben mejor lo que quiere un trabajador que la propia persona.

SUBROGACIÓN

Las normas de la Consar, que indirectamente dan una victoria moral a quienes, indebidamente, acordaron trabas burocráticas para limitar el traspaso de trabajadores de afore, sólo pueden ser vistas como un gran absurdo.

Imagine por un momento que cuando se dio la subrogación de créditos, que ha sido fundamental para mantener las tasas en niveles históricamente bajos a pesar de las alzas continuas que ha hecho en la de referencia el Banco de México, tiene que ver con la posibilidad de un acreditado de cambiarse libremente de intermediario.

Si en algún momento se hubieran establecido normas excesivas desde el punto de vista burocrático o un candado en el cual fuera por un otorgante que ofrece menos tasa de interés, se habría protegido a los más grandes.

De hecho, uno de los grandes éxitos de la subrogación fue que fuera quien recibe al cliente quien se encargara del cambio. Ojalá la Consar y la Cofece aprendieran una la lección de libertad económica. Con los primeros se tiene alguna esperanza y sería bueno que corrigieran sus equivocadas disposiciones. Con el organismo que mal preside Palacios sólo queda esperar un milagro.

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