Marco Gonsen

Memoria Flash

Marco Gonsen

28 Mar, 2018

Ready Player One

 

Una aventura épica y futurista, basada en una exitosa novela, tomará por asalto las salas cinematográficas de México y Estados Unidos en el fin de semana vacacional. Dato curioso es que los artífices de esta promesa taquillera coincidieron hace poco como protagonistas de un afamado documental, que sería una especie de precuela realista.

Me refiero a Atari: Game Over (Xbox Entertainment Studios, 2014), largometraje televisivo dirigido por el hoy casi cincuentón guionista Zak Penn y en el que aparecen unos minutos tanto el célebre realizador Steven Spielberg como el novelista Ernest Cline, autor del bestseller Ready Player One (Random House, 2011), cuya adaptación a la pantalla grande se estrena mañana.

Atari: Game Over trata sobre el fracaso comercial del videojuego inspirado en la película E. T. El Extraterrestre, dirigida por Spielberg, y que habría detonado la quiebra de esa industria en 1983. Según la leyenda, millones de cartuchos no vendidos o devueltos de ese fallido título habrían sido sepultados en un terreno baldío de Alamogordo, Nuevo México.

Además de reunir los testimonios de varios de los protagonistas de aquel episodio (entre ellos Nolan Bushnell, fundador de Atari; Manny Gerard, ejecutivo de Warner Communications, y Howard Scott Warshaw, diseñador del juego), los realizadores del documental gestionaron exitosamente un operativo de excavación en Alamogordo que se llevó a cabo el 26 de abril de 2014, y que fue atestiguado por decenas de geeks que peregrinaron hacia la zona del vertedero como si fuera tierra sagrada.

Uno de ellos fue Ernest Cline, aficionado de hueso colorado a la consola Atari 2600, que lo inspiró a escribir Ready Player One, libro que desde muy pronto se colocó en la lista de los más vendidos de The New York Times. En el documental se ve el momento en el que Cline emprende su periplo a Alamogordo a bordo de su propio automóvil DeLorean –una obvia referencia a la trilogía ochentera Volver al Futuro–, acompañado de un muñeco de E. T. en el asiento derecho (para acreditar su linaje como estrella pop de culto, Cline recibe su DeLorean de manos del creador de la saga Game of Thrones, George R. R. Martin, a quien se lo había prestado).

Pero, en todo caso, Cline aquí es sólo un actor secundario. Mucho más relevante es la intervención de Spielberg, quien no fue entrevistado para el documental, aunque sí se recuperan declaraciones suyas de la época. Como bien recuerda Zak Penn, Warner —consorcio propietario de Atari— quería reclutar a Spielberg, estrella en ese momento de Universal Pictures. Para cortejarlo, pagó 22 millones de dólares por los derechos para adaptar E. T. a su consola casera.

El resto ya es historia muy conocida: Warshaw —que ya había adaptado para Atari la película Cazadores del Arca Perdida, también de Spielberg— sólo contó con cinco semanas para programar E. T. de tal forma que estuviera listo para la Navidad de 1982. Spielberg quería al principio que fuera un juego tipo Pac-Man, pero terminó autorizando la mucho más compleja versión que le presentó Warshaw.

—A Steven Spielberg le pareció bien, así que yo pensé “pues a mí también” —le dice Warshaw a Penn en el documental, y agrega: “No lo estoy culpando a él de nada”.

—No, claro que no —responde Penn.

—Pero... —musita Warshaw.

—Pero fue su culpa —replica Penn, mientras Warshaw calla.

Coincidencias tan extrañas de la vida (o quizá no tanto), mañana llega a la cartelera mexicana Ready Player One: Comienza el juego, adaptación fílmica de la novela de Cline, producida por Warner, con guión de Penn y dirigida por Spielberg. Para completar la trivia, uno de los estudios involucrados en la filmación es Amblin, fundado por Steven y cuyo emblema es... E. T. Y de pilón sale ¡el DeLorean!

Cline documenta su pasión gamer en el documental de Penn y en múltiples entrevistas, así como en el prólogo que escribió para el libro Art of Atari, de Tim Lapetino (Dynamite Entertainment, 2016). Ahí reitera que la trama de su novela está inspirada por el ingeniero Warren Robinett, autor de Adventure, quien escondió su nombre en una de las pantallas de ese videojuego. Fue una forma traviesa para protestar contra la política de Atari de no dar crédito a sus programadores.

A este tipo de mensajes ocultos —que el jugador debe descubrir por su cuenta sin que aparezcan en algún instructivo— se le llaman “easter eggs” (huevos de Pascua). ¿Será por eso que Ready Player One se estrena en Semana Santa?

                —marco.gonsen@gimm.com.mx

 

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