Alicia Salgado

Cuenta corriente

Alicia Salgado

6 Feb, 2024

¿Optimismo cauteloso?

El jueves es la primera reunión del año del Comité de Política Monetaria (Copom) en México y, por el resultado de la inflación al cierre de la primera quincena de enero (4.88% anualizado), ningún economista puede decir con certeza cuándo comenzará el Banco de México (Banxico) a bajar la tasa de interés de referencia. Empero, los analistas poco prestan atención al pronóstico de inflación general y subyacente que acompaña el comunicado de Política Monetaria, pese a que el grado de anticipación (más que reacción) de la tendencia inflacionaria ha sido más cercano a la realidad que a la expectativa de los analistas económicos, tanto encuestados por la Dirección de Investigaciones Económicas, de Alejandrina Salcedo, como los encuestados por el Departamento de Estudios Económicos de Banamex, que dirige Sergio Kurczyn.

En la segunda semana de enero, en el seminario de Perspectivas Económicas, por ejemplo, participaron Carlos Capistrán, economista en jefe de Bank of América, y Ernesto Revilla, economista de Latam de Citigroup, en la que la invitada principal a la mesa era Salcedo y todos moderados por su exjefe y compañero Miguel Messmacher.

Esa mesa fue un ejemplo de lo que ha ocurrido a lo largo de los últimos cuatro años: ni el sector privado ni el público pudieron advertir la contracción económica de la pandemia ni el efecto de inflación tan prolongado que se observó en el proceso de recuperación de las economías. Decía Capistrán que anticipa “una cruda electoral con esteroides” para este 2024, porque se estima que el grueso de la inversión en obra pública, aunado al gasto electoral, apalanque el crecimiento en el primer semestre del año.

Esta estimación no incluye una realidad que sólo el INE no ve, y es que llevamos dos años con gasto electoral, cuatro años con estímulos de bolsillo en los deciles del 6 al 10 de la tabla de ingresos del país y que la inflación proyectada por el Banxico ha sido un camino sinuoso, como lo subrayara Jonathan Heath, y no lineal, como apuntan los modelos económicos poco asertivos en estos momentos.

Nadie puede descartar el efecto que ha tenido en la inflación la elevación extraordinaria y de un solo golpe en el salario mínimo en servicios, alimentos y bebidas, como tampoco se puede ocultar el efecto de “reforma fiscal” que ha tenido el incremento de subsidios al gasto.

De hecho, la trayectoria de inflación incluida en el último boletín de política monetaria estimó que en el primer trimestre de 2024 la inflación general terminaría en 4.3% y la subyacente en 4.7%, después de un brinco en diciembre de 2023 y en enero de 2024.

Si seguimos la trayectoria, el Banxico estima que para el segundo trimestre converjan inflación general y subyacente en 4.1%, elemento central para esperar un ajuste en la política monetaria restrictiva seguida hasta ahora, por lo que ni en enero ni en marzo o mayo se realizaría la primera baja en la tasa de referencia.

Y qué pasaría si la inflación real converge con la trayectoria definida por el Banxico. Una baja en tasas, de al menos dos puntos porcentuales, apoyaría la reducción del déficit público por el componente de la deuda. ¿En cuánto? Saquen sus cuentas, porque la posibilidad mitigaría las expectativas de “cruda con esteroides”. Hasta ahora, la economía mexicana, como la estadunidense, ha sido un teflón y esa realidad ha hecho poco confiables los pronósticos económicos aquí y allá.

El más acertado ha sido el gobierno, seguido por el Banxico, pero, como estamos en “modo crítico”, pareciera que hay una crisis de realidades, no de expectativas. Los pronósticos privados han sido derrotados por cuatro años consecutivos por la realidad; incluso en el 2020, cuando el consenso proyectaba una caída del 12%, la economía se contrajo 8 por ciento.

Pocos se han acercado a la realidad. Uno de ellos ha sido mi economista favorito, Guillermo Ortiz. Dice: “Estimamos un optimismo cauteloso”. Conoce bien que en este 2024 el cambio de gobierno reduce el gasto público desde julio, pero también tiene presente el efecto del nearshoring y el flujo de remesas histórico. Ambos estimulan la economía mexicana mitigando el impacto cíclico en el gasto público en este 2024.

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