Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

10 Sep, 2019

¿Cómo interpretar tantas señales?

Rara vez en la vida política de un país se registra algo que, lo aceptemos o no, habría sido imposible detectar con la debida anticipación. Ayer, aquí en Excélsior, preguntaba acerca del posible desenlace de lo que llamo la pesadilla que es hoy –para no pocos– la vida en México.

Sé de lo difícil que es imaginar escenarios y sus posibles desenlaces en una sociedad que enfrenta un ambiente rijoso, el cual, lejos de atemperarse, se agrava día tras día. Por otra parte, por encima de las dificultades que ese ejercicio implica, siempre será mejor tener algo que pueda ser ajustado, que no tener nada 
y que las cosas nos tomen por sorpresa.

No olvidemos que, las más de las veces, tanto los actores centrales del conflicto que vive este o aquel país como los espectadores nos envían señales diversas, las cuales, además de ser imposible que pasen inadvertidas, nos van diciendo qué esperar de seguir por la ruta del agravamiento del conflicto.

¿Quién en su sano juicio podría desestimar lo que pasa hoy en varios Congresos estatales (Baja California, Quintana Roo y Veracruz) y en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión? La lista de actos y decisiones de índole similar nos dicen, imposible no entenderlo, que todo apunta a tener un gobierno unipersonal, regido por un
pensamiento único.

¿Qué tiempo debería transcurrir para que fuere imposible desestimar ésas y otras señales? ¿Cómo fingir que no vemos lo que a nuestro alrededor sucede; pasos de una gestación autoritaria anunciada? ¿Seríamos capaces de estar –por siempre– volteando al lado opuesto sin sentir pena por una conducta, la cual lo menos que dejaría ver de nosotros sería no otra cosa que una cobardía cómplice?

Si volteáremos a Latinoamérica podríamos vernos en el espejo cubano, nicaragüense, boliviano, argentino y venezolano. En cada uno de esos países y en otros más, millones prefirieron hacer como que nada veían ni escuchaban. ¿El resultado? Lo tenemos hoy frente a nosotros en la realidad de Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Aquí, ¿qué les diremos a los nuestros, dada esa afición a voltear hacia el lado opuesto a la tragedia que frente a nosotros empieza a manifestarse? ¿Podremos mañana ver a hijos y nietos directamente a los ojos y enfrentar su reclamo por nuestra pasividad y cobardía cómplice? ¿Qué les daríamos como excusa, de tenerla?

Hoy, según no pocos –me cuento entre ellos–, México enfrenta una situación con señales cotidianas y permanentes de la gravedad creciente; otros, tienen todo el derecho a hacerlo, ven un país feliz que camina con paso firme al paraíso terrenal. Esta última visión, es fácil entenderlo, resulta de un profundo y muy eficiente adoctrinamiento y cooptación política e ideológica que viene de lejos, desde el sexenio de Lázaro Cárdenas.

Sé y entiendo y acepto la incorrección política de mi posición; sin embargo, mucho me gustaría estar equivocado, pero la revisión de los procesos que llevaron a aquellos países a la situación de miseria y opresión que hoy enfrentan me dice que no lo estoy. En poco tiempo sabremos
quién acertó.

¿Exagero ante lo visto y padecido? Y usted, ¿piensa que exagero?

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