Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

11 Ago, 2020

¿Cuándo decir no?

¿A qué se debe que los políticos, por regla general, jamás responden de manera negativa a las peticiones —por absurdas que sean— de sus simpatizantes, apoyadores y/o gobernados? ¿Qué los impulsa a despreciar la evidencia y a bote pronto, decir ¡sí!?

En el caso de los candidatos en campaña, uno entiende, mas no justifica, su inclinación a lanzar la mentira más descabellada y prometer todo con tal de engatusar al pedinche y asegurar su voto. Sin embargo, ¿por qué siguen actuando de la misma manera cuando ya son gobernantes y conocen de primera mano la realidad de la salud de las finanzas públicas?

¿Acaso tienen la mira puesta en la elección siguiente y con sus respuestas únicamente buscan apuntalar a su partido y a los candidatos que postule? ¿Tan irresponsable es su conducta que no les importa debilitar más las ya de por sí débiles finanzas públicas, en aras de asegurar el voto futuro del pedigüeño?

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Cuando un país y su economía entran en una recesión que —como es nuestro caso en los tiempos que corren— es casi seguro que se convierta en depresión económica en poco tiempo, ¿a qué se debe que el gobernante siga diciendo a toda propuesta que sí, por más evidente que fuere la imposibilidad de atenderla y destinarle recursos públicos?

¿Es sano para la gobernación que pretende concretar, seguir con esta conducta de ilusiones y mentiras flagrantes? ¿Es únicamente la búsqueda de votos lo que lo impulsa a mentir de manera descarada y burda? Además, ¿no le preocupa el desengaño casi inmediato del pedigüeño, cuando pronto se dé cuenta del engaño y la burla de la cual fue objeto por parte del candidato o gobernante prometedor, que ante la petición de aquél le soltó un sí mentiroso y manipulador?

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Por otra parte, ¿habría una etapa en la gobernación en la que el dirigente debiere atreverse a decir “no” y explicar por qué? ¿O debe el gobernante mentir siempre y a toda petición decir que sí porque el temor al rechazo electoral pesa más que la realidad de unas finanzas públicas maltrechas y débiles?

¿En verdad piensa el gobernante que así actúa, que el eterno pedigüeño es un retrasado mental que jamás se dará cuenta del engaño del cual es objeto? Por lo demás, ¿dónde queda la responsabilidad del gobernante?

Muchas de esas preguntas podríamos plantearlas al gobernante actual; de hacerlo, ¿qué nos respondería? De responder, cosa que dudo, lo más probable sería lo que le conocemos: Vamos muy bien, hay en caja más de 300 mil millones de pesos y la recuperación está en curso. Ante estos desgastados lugares comunes, ¿quién en su sano juicio los tomaría como válidos, indignos de un gobernante responsable, sí de un demagogo? 

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En México, la relación entre elector y candidato y la que se da entre gobernado y gobernante, lo he dicho, está marcada por los versos del bolero del Chamaco Domínguez:

Miénteme (voy viviendo ya de tus mentiras; miénteme más, que me hace tu maldad feliz).

Sin embargo, dada la dolorosa realidad que enfrentamos, ¿les creerán siempre? La experiencia dice que no.

Se sabe que gobierno que enfrenta una crisis, es derrotado en la siguiente elección. ¿Se cumplirá aquí, el año 2021, esa regla?

 

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