Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

2 Abr, 2019

¿Cuándo empezará el descarte?

 

Los cuatro meses transcurridos desde el 1 de diciembre del año 2018 han sido suficientemente pródigos en ofrecernos pruebas y argumentos para afirmar que es inevitable –por más que se diga que no es así–, que el gobernante llevará a cabo un descarte profundo de quienes integran su gabinete.

El problema hoy no es que deba llevar a cabo ese descarte –porque es obvio que urge–, sino cuándo; porque, si de verdad quiere López llevar a buen puerto la nave que es México, ya debería haberlo hecho. En la medida que lo retrase, el precio a pagar sería mucho más elevado que el que pagaríamos él y el país –y su economía–, de tomarla ya.

Mucho es lo que hay que corregir. Lo padecido estos cuatro meses obliga a rectificar. Sobre todo, es necesario el alto en el camino para sopesar los daños que ha generado tanta medida equivocada y tanta política pública arrebatada y carente de sustento, particularmente en el ámbito de las finanzas públicas.

Las rectificaciones –deberíamos decirlo de ser objetivos– tendrían que darse, no sólo en el equipo cercano y el gabinete sino también, elemento clave para pensar en recuperar la confianza perdida de los inversionistas y agentes económicos privados (locales y del exterior), en tanta decisión absurda –por decir lo menos–, como la cancelación de la construcción del NAIM, y no pocas en materia de recursos humanos que han dejado áreas vacías.

En algunos casos, estas últimas decisiones han permitido –estimulado diría–, la llegada de personal incapaz y con nula experiencia en el funcionamiento de las estructuras del sector público. De la misma manera, este casi desastre en el que nos ha colocado el actual gobernante con sus políticas de contratación de personal sustituto, el sector público ha debido recibir a personas cuyas actividades anteriores nada tienen que ver con la gobernación.

Esto último lo digo así, de manera eufemística, para no dar los elementos de casos donde las contrataciones han tenido que ver más con relaciones personales que rebasan la amistad que con las calificaciones de éste o de aquél. Dejémoslo pues así.

Por otra parte, ¿qué pasaría si mañana o pasado, López reconociere que la decisión de cancelar la construcción del NAIM fue una estupidez monumental? ¿Qué pasaría si, como consecuencia de esa rectificación, despidiere a Jiménez? ¿Y si despidiere a Romero y a Nahle por su incapacidad e inexperiencia exhibida para desempeñarse con profesionalismo?

¿Y si a estas decisiones agregare otras más, pero en materia política? Por ejemplo, cambiar al Coordinador de la fracción de Morena en la Cámara de Diputados. ¿Y si promoviere algunos cambios en su partido, con miras a darles credibilidad a las decisiones que se tomarían en candidaturas futuras? De llevarlas a la práctica, ¿cuál sería la respuesta de la clase política y cuál la de los empresarios y agentes económicos privados y buena parte de la sociedad?

Sin embargo, ¿se atreverá López a rectificar y comportarse como lo que jamás ha sido, hombre de Estado? ¿Acaso la suerte está echada, y será siempre el populista conocido? ¿O le ve usted disposición para rectificar? Yo tampoco.

 

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