Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

25 Ago, 2020

¿Estaremos ya al borde del precipicio?

¿Teme usted a las alturas y prefiere no acercarse a puntos o cornisas desde los cuales se ve el vacío? ¿Qué siente cuando se acerca demasiado al borde de un precipicio?

El común denominador de las respuestas a esas preguntas —y a otras de índole similar— es: miedo.

Esto es natural. Nada tiene de malo —diríamos coloquialmente— sentir miedo en algunos de esos casos u otros parecidos porque, al ver el vacío pensamos que en un pequeño descuido caeríamos y nos mataríamos. Dejemos ahora esto y vayamos mejor a la esfera económica.

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¿Qué idea se forma en su mente cuando alguien afirma que ésta o aquella economía “se encuentra al borde del precipicio”? Es evidente que de caer, la economía no se mataría; sin embargo, en sentido figurado, el golpe al caer en el fondo generaría daños —a veces incalculables— por la debacle que presagia aquella metáfora.

Las señales y mensajes que la economía envía a los agentes económicos y a las autoridades responsables de la política monetaria y la fiscal acerca del estado en que se encuentra son permanentes, múltiples y variados.

En la era de las economías abiertas y la globalidad, no es aceptable que un gobernante y/o los responsables de la economía y de las finanzas públicas y su eficiente desempeño, lancen afirmaciones que pretendan desdibujar u ocultar la realidad. Ésta, más temprano que tarde, cobra factura.

Es norma conocida entre gobernantes populistas pensar que con la reiterada negación de la realidad ésta va a modificarse. Sí, es cierto, se modifica, pero en sentido contrario al que desea el populista: se acerca cada vez más al borde del precipicio en vez de alejarse. Negar la debilidad de las finanzas públicas sin hacer algo para fortalecerlas         —salvo palabrería demagógica—, nos acerca aún más a la orilla del precipicio.

En América Latina, esta forma de ver la economía es regla. Grandes debacles han generado aquellos, como consecuencia de su equívoca visión y la conducta que la acompaña. Cuba, Nicaragua, Argentina, Ecuador, Brasil, Perú y México, entre otros, han padecido los últimos cinco o seis decenios ese tipo de gobernación cuyos efectos, en algunos de esos países, aún hoy se dejan sentir.

Por otra parte, las desastrosas experiencias no han bastado para evitar repetir conductas cuyo desenlace es conocido.

Una y otra vez preguntamos: ¿por qué nos lleva el gobernante al precipicio? ¿Soberbia, incapacidad analítica, ignorancia total en economía y una obsesión por el pasado? ¿Sólo eso o habría algo más?

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¿Qué se requiere para que un gobernante populista entienda que una gobernación como la que aplica, tendría el mismo desenlace? ¿Bastaría la participación del ciudadano? ¿Y si éste nada entendiere de economía, y tampoco le interesare entender?

México es buen ejemplo de aquella necedad. Los indicadores clave de la economía y las finanzas públicas nos colocan ya al borde del precipicio.

A esto agreguemos un electorado apático e ignorante en materia económica y tendremos la tormenta perfecta. Ahora, sólo me resta decirle: nos vemos pronto en el fondo del precipicio, para platicar de nuestra tragedia. ¡Pobre México!

 

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