Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

6 Oct, 2020

La confianza, esa mercancía escasísima

 

A estas alturas del partido, todos los interesados en el desempeño de la economía de un país consideran que la confianza que generan gobernantes y legisladores con sus decisiones —junto con las de otros actores políticos— es un factor fundamental para atraer inversión, tanto del exterior como de empresarios locales, para crear fuentes de empleo permanente.

Entre los actores que habría que agregar estarían los dirigentes de partidos y también el Poder Judicial (particularmente cuando se está frente a un gobernante populista con sueños autoritarios y desprecio por la ley y su aplicación y sin respeto por nadie, sin distingo alguno), el cual juega un papel fundamental en la generación de confianza.

La confianza, pues, es un resultado que debe ser construido con la participación de todos: gobernantes, funcionarios, legisladores, jueces, estudiosos y, sobre todo, la de los ciudadanos. 

Sin embargo, debe decirse, contar con un Poder Judicial respetado y respetable y autónomo es resultado de un proceso con altibajos, producto éstos, esencialmente, de la escasa participación activa y consciente de los ciudadanos, no sólo de los integrantes de la intelligentsia

Las reacciones de quienes integran este grupo frente a lo que deciden políticos y funcionarios varían, a veces de manera abismal, con las de quienes ejercen el poder.

 

  • Los que estudian el poder y su ejercicio emiten opiniones de las decisiones del gobierno y otras instituciones del Estado sin aceptar que, las más de las veces, caen en el terreno de lo ilusorio, de lo deseable, pero imposible en ese momento. Por el contrario, desde la gobernación, las cosas se ven con el pragmatismo de lo posible, más que con el idealismo de lo deseable.

Desde el poder, las decisiones están marcadas por la realidad y las limitaciones que ésta, inevitablemente, impone, no por disquisiciones teóricas e ilusiones de quienes, de estar en la misma posición que aquellos, también tomarían.

En consecuencia, fácil e irresponsable es señalar a éstos o aquéllos como causantes de las peores catástrofes porque no tomaron las decisiones que habrían tomado quienes siguen las cosas desde la comodidad del cubículo y el pizarrón y afirman que las suyas eran las correctas.

La realidad —donde rige lo posible más que lo deseable— establece las constricciones a las que se debe someter el que decide; éste, no trabaja en lo ideal y la fantasía, desde donde los políticamente correctos proponen disparates porque, siempre desde lo ideal, no enfrentan consecuencia alguna por las fantasías que proponen.

Para los que tienen que decidir lo posible, la condena y el escarnio, mientras que para los otros, popularidad y aplausos, así propongan imposibles.

Lo curioso es que el mundo avanza por lo que deciden los impuros, mientras que los puros, lo aceptemos o no, permanecen en lo suyo que es, dicen ufanos, el análisis, no mancharse con la realidad.

 

  • Sin duda, la vida es cómoda para ellos, pero, a la vez, estéril y frustrada; desde la envidia y la amargura, dicen, los impuros jamás nos escuchan, nunca atienden nuestras sabias recomendaciones. Pero, ya lo dijo el filósofo Frank Sinatra: That´s life!

 

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