Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

13 Ago, 2020

Lo que habríamos ahorrado con un no a tiempo

(Aclaración obligada: dejaré que la función circense de tercera que comenzó este martes, avance; pienso que habrá muchos desilusionados en relación con este asunto por el fiasco que será. Por ello pues, esperaré. Ahora, al tema).

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Comenté este martes —aquí mismo—, acerca de la propensión de nuestros políticos a jamás decir no; por el contrario, les seduce decir sí a todos y a todo sin tomar en cuenta la viabilidad en todos sentidos de muchas peticiones absurdas que los pedigüeños sempiternos les hacen (de interesarle el tema, aquí podría leer esa colaboración en Dinero: https://www.dineroenimagen.com/angel-verdugo/cuando-decir-no/125673).

Dice la sabiduría popular, que el tiempo perdido hasta los santos lo lloran; esto, si bien jamás he visto a santo alguno llorar, para los humanos es una verdad axiomática. ¿Cuántas veces se ha dicho usted: de haber sabido, lo habría hecho; o esto: por qué no le dije que no? Y así, cientos de frases similares resumen lo dicho: El tiempo perdido hasta los santos lo lloran.

Esa conducta, decir sí por el miedo a quedar mal en caso de decir no, nos llevará mañana a lamentar no habernos atrevido a decir lo que debíamos decir. Si esta conducta es a veces desastrosa en el ciudadano de a pie, ¿imagina usted los costos —a veces gigantescos por su monto— en los cuales han incurrido gobiernos mil debido, esencialmente, a la cobardía del gobernante que no quiere perder popularidad, y dice sí?

¿Cómo decirle no, a quien padece pobreza y marginación, y pide lo que considera sería la salvación de él y los suyos? Esta pregunta, tramposamente elaborada por el gobernante que jamás le ha pasado por la cabeza que hay momentos en los cuales la mejor respuesta es un fundamentado no, tiene por objetivo justificar la peor decisión: decirle sí al pedigüeño y con ello, además de agravar el problema que pretendida e ilusoriamente se resolvería con el sí corruptor, posiblemente eleve la popularidad del demagogo al que poco le importa la solución real y efectiva de los problemas.

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¿Puede un gobernante decir siempre sí, a todo y a todos? ¿Qué gobierno y qué finanzas públicas soportarían por siempre una gobernación así? ¡Ninguno! Más temprano que tarde la realidad toca a la puerta, y alguien deberá empezar a decir no. Sin embargo, no pocos políticos insisten en seguir diciendo sí porque, dicen: cuando estallen los problemas, yo no estaré en esta posición.

Los costos imposibles de cuantificar de esa política tramposa y demagógica, han llevado a la debacle económica a un número cada vez mayor de países, y a la quiebra a sus gobiernos; también, cosa que poco importa al demagogo, han llevado a gobernantes irresponsables al repudio de sus gobernados y al desprestigio consecuencia de su pésima gobernación los cuales, hagan y digan lo que se les ocurra para intentar justificar ocurrencias y desatinos, lo acompañarán por siempre.

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Hoy en la región, hubo y hay buenos ejemplos de lo que señalo: Echeverría y López Portillo, los Castro, Maduro, Ortega y Fernández en Argentina. También, el mejor lo dejé para el final, el presidente López en este sufrido país.

 

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