Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

4 Abr, 2019

¿Lo suyo es gobernar desde la plaza pública?

¿Acaso las decisiones trascendentes de este gobierno serán tomadas en la plaza pública? ¿El gobierno se concretará, entonces, a preguntar a la masa amorfa y desconocedora de los temas fundamentales de la gobernación, qué habría que hacer?

¿Quién en su sano juicio juzgaría como adecuada esa forma de tomar decisiones centrales para conducir el gobierno? ¿En verdad piensa López que así se debe gobernar el México de hoy? ¿Acaso está convencido que así sentaremos las bases para construir el futuro luminoso que vislumbra?

¿Quién lo despertará de ese sueño imposible o lo convencerá de desechar esa ilusión juvenil irrealizable con que ha vivido más de 20 años? ¿Acaso no hay alguien digno y valiente en su entorno cercano o entre quienes integran su gabinete, que se atreva a decirle que, de seguir tomando decisiones así, lo único a esperar es la debacle? Es más, ¿quiénes de sus funcionarios comparten esa estrategia para la toma de decisiones, expresión clara de la insania que nos lleva a una crisis segura, tanto en lo económico como en lo político?

Finalmente, ¿quién será más responsable de lo que se ve venir con esa forma de tomar decisiones? ¿Lo será el gobernante que en su megalomanía piensa que, efectivamente, el pueblo es sabio y sabe de diplomacia y cómo conducir las relaciones entre México y Estados Unidos? ¿O lo serán los que desde su cobardía y abyección callan, para no perder el pedacito de poder que les fue dado en préstamo?

¿Qué piensa el nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial, de esta forma de tomar y/o justificar decisiones?

¿Acaso lo suyo es recurrir a los eufemismos y retruécanos verbales para no tener que señalar las cosas con claridad y firmeza?

¿Y qué decir de los miembros distinguidos de la intelligentzia mexicana que, en vez de jugar el papel que se han autoasignado de intelectuales críticos, loan las tonterías extremas del que, iluminado y ensoberbecido navega entre nubes a años luz de la realidad cotidiana?

¿Quién, pues, vendría siendo más responsable que el gobernante mismo, que con decisiones descabelladas pone en grave riesgo la estabilidad del país? ¿Qué tal si al haber perdido todo sentido de cordura, vive ya en una realidad virtual, inventada por él y sin nada que ver con lo concreto, con lo real?

¿Lo visto estos meses no ha bastado para darnos cuenta del rumbo tomado como país? ¿Cuánto tiempo más requeriremos, y cuántas decisiones tomadas en la plaza pública a mano alzada necesitaremos ver para atrevernos a señalar el peligro que representa una gobernación así?

Una gobernación de mitin de plazuela ante una masa amorfa y babeante y fácilmente manipulable para tomar decisiones trascendentes o, peor aún, para justificar desatinos y errores garrafales en la conducción del gobierno.

¿Cuánto más habrá que padecer y recorrer de esta ruta que nos conduce al abismo, para atrevernos a señalar, clara y firmemente, el peligro que significa esa forma de tomar decisiones?

¿Acaso, como dicen algunos ingenuos, habría que esperar a caer en el vacío para entonces sí, gritar inútilmente que lo padecido era la etapa previa a la debacle?

 

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