Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

19 Mar, 2019

¿Nos daremos cuenta hacia dónde vamos?

En unos días celebraremos el cuarto mes del presente gobierno; ojalá y no se le ocurra al gobernante dar un informe.

Los desatinos y ocurrencias, que en tan poco tiempo hemos visto y padecido, en otro país habrían bastado ya para que los electores que entregaron su voto al vencedor se hubiesen desengañado de lo errado y dañino de su decisión.

Las pifias, lejos de acabarse, se multiplican geométricamente. A estas alturas, en un gobierno normal integrado por personas con una capacidad intelectual media, estos meses habrían bastado para conocer de qué se trata la gobernación, sin embargo, aquí caminan en la dirección opuesta.

Todas las señales que los ciudadanos hemos recibido desde antes de la toma de posesión, dejan ver que lo poco que unos cuantos sabían de lo que es gobernar, ya se les olvidó. Como solía decir mi padre, a los tontejos hay que huirles porque esa cualidad fácilmente se pega. Con honrosísimas excepciones –los dedos de una mano sobran para contarlas–, el Gabinete y actuación parece película de Los Tres Chiflados.

Ahora bien, ¿por qué los electores siguen con esa ceguera que lleva a adorar a los demagogos y a poner en un altar a los populistas? ¿Qué explica su renuencia a entender que las medidas anunciadas no se van a concretar por la evidente falta de recursos? Asimismo, ¿qué explica esa abyección que lleva a contemporizar con tanta tontería que venden como si fuere la sabiduría revelada?

A como se ven las cosas, las tonterías y ocurrencias que en cascada nos han caído encima estos casi cuatro meses, junto con desatinos impensables en un gobernante mediocre, seguirán indefinidamente y la gravedad de sus efectos negativos irá en ascenso.

Cada día que pasa, la nueva mentira y el nuevo exceso deberán ser mayores que los anteriores porque, el pedigüeño y el que ha aprendido a vivir del subsidio y la dádiva querrán más y el gobernante, para no perder sus votos, debe satisfacer a estos parásitos sociales.

Ante la exigencia del que pide y el dilema del que se siente obligado a dar más porque el gasto público y las dádivas y subsidios son los únicos instrumentos que conoce para gobernar, pronto aparecerá la cruda realidad: No hay recurso que alcance para una gobernación así.

¿Qué harán entonces los pedigüeños y los adoradores del gasto público cuando, para poder maicearlos, las tasas de los impuestos deban ser elevadas, nuevos impuestos creados y la deuda incrementada? ¿Le quitarán el apoyo interesado, entregado ciegamente el 1 de julio del año 2018?

De no seguir algunas de las vías señaladas, ¿qué hará el que sólo sabe gobernar dando al populacho lo que pide para comprar su apoyo? ¿Recortará más la estructura del sector público? ¿Hará todo antes de decirles a sus clientelas que no hay recursos para alimentar su sed infinita de dinero público?

¿Qué esperaríamos si lo antedicho se concretase? ¿Un vuelco a los partidos de oposición de millones de decepcionados, quienes interesados, buscarían en ellos al nuevo Santa Claus para cambiar sus votos por dádivas? Sin embargo, ¿qué tal si la ceguera y el populismo idiotizante son más poderosos que la realidad?

 

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