Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

18 Ago, 2020

¿Por qué hacemos a un lado señales y mensajes?

Reza la conocida expresión popular que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”, y yo agregaría: “ni peor sordo que el que no quiere oír, menos escuchar”.

Cito esas expresiones por lo que hoy sucede en México: la renuencia a ver y a escuchar lo que la economía y la vida política nos dicen de múltiples maneras la cual, imposible ocultarlo, alcanza ya niveles peligrosos para la estabilidad del país. 

Es común escuchar, de quienes rechazan de manera enfermiza y obsesiva el mercado y lo que tiene que ver con la libertad individual, que los mercados son insensibles y salvajes y que para nada toman en cuenta la suerte y el bienestar de los habitantes de un país.

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Esa posición, tramposa y perversa, busca, en realidad, evitar que millones se den cuenta que los mercados y su funcionamiento son, simplemente, la expresión concentrada de la libertad individual de millones de personas. ¿Por qué no estimular que se enteren de lo que les conviene para que decidan en consecuencia?

¿Qué explica ese afán de inculcar tontería y media en la población? ¿Acaso temen —los manipuladores— que la seducción idiotizante que ejerce en nosotros el autoritarismo y el populismo pueda ser rechazada al darse cuenta millones que es falso tanto ese “salvajismo del mercado”, como la frialdad que algunos califican de criminal?

Las causas de la obsesión antimercado están en otra esfera, no en ese inventado salvajismo y menos en la frialdad que señalan los que ignoran todo del funcionamiento de los mercados.

¿Por qué no pensar que el rechazo a entender qué son y cómo funcionan los mercados  se debe a algo más complejo?

¿Por qué no pensar en otra causa? ¿Por qué no atrevernos a pensar que, los que rechazan la economía de mercado e intentan desacreditarla, lo hacen motivados por una completa sinvergüenzada: Hacer creer a millones que es factible vivir sin trabajar, siempre con la mano extendida para recibir la dádiva miserable del gobernante demagogo y populista?

Éste utiliza recursos públicos para comprar la lealtad de quienes al obrar así (vivir sin trabajar, con la mano extendida), se mantienen como siervos —en la dependencia permanente—. Así, evitarían que se conviertan en ciudadanos libres y críticos ante el poderoso.

Por otra parte, ¿cómo puede ser posible que millones de personas —después de años de promesas incumplidas— aspiren a seguir pegadas a la ubre que ven inagotable: los recursos públicos? Aquí, lo aceptemos y entendamos o no, entra una de las cualidades más importantes del “criminal y frío mercado”: las señales y mensajes que envía, para que quien es siervo, no ciudadano, son para que las entienda y utilice y, en el mejor de sus intereses, tome decisiones en completa libertad.

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Por esto, populistas y manipuladores de quienes viven en la servidumbre, intentan asustarlos con mentiras acerca del mercado para que aquellos a los que les arrebataron la libertad para decidir, sigan así: siempre siervos, nunca ciudadanos. 

Ahora bien, ¿es tan fuerte el servilismo actual de millones de mexicanos que prefieren, por encima de señales y mensajes que les envían los mercados, voltear para otro lado y seguir como siervos?

 

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