Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

8 Oct, 2019

¿Qué debe pasar para tomar en serio la realidad?

¿A qué se debe nuestra convicción de que nada nos afecta de lo que sucede afuera?

¿En verdad somos una especie aparte o simplemente millones de irresponsables que pretendemos ser felices con nuestra ignorancia peligrosa, la cual hoy raya en la insania?

¿En verdad hay motivos para afirmar que vamos requetebién, y por eso el pueblo mexicano es feliz al cubo? ¿Cuáles serían los factores evaluados para concluir que nuestra felicidad está elevada a la tercera potencia?

Si cruzáremos la violenta y ofensiva realidad que nos golpea, con la idea peregrina de medir la felicidad, ¿qué resultaría?

Si ahora comparáremos las proyecciones del crecimiento de la economía para este año y el siguiente con nuestra felicidad a la tercera potencia, ¿qué resultaría?

Si ahora tomáremos la cereza y la colocáremos en el pastel al analizar las cifras proyectadas de creación de empleo formal para este año y el siguiente, ¿qué opinaría un psicoanalista de esa obsesión nuestra por afirmar que somos felices al cubo?

Es más, para decirlo en términos matemáticos, ¿somos felices a la primera potencia (simplemente felices) o al cuadrado (felices, felices)? ¿Quién estaría –al afirmar eso–, fuera de la realidad cotidiana de este sufrido país? ¿Quién podría llamarse a sí mismo feliz al cubo, al cuadrado o a la primera potencia?

Los 10 o 15 mexicanos más ricos de México, ¿lo serían? Y los que van del lugar 16 al 50, ¿a qué potencia serían felices?

¿Y usted, se considera feliz a la primera, segunda o tercera potencia? De ser así, ¿qué elementos tomó en cuenta para llegar a dicha conclusión? Y de los suyos, ¿qué puede decir?

¿Son tan felices como usted o menos o más? ¿Podrían, contrario a lo que usted piensa de sí mismo, ser infelices?

Para no complicar las cosas en esto de las potencias y la felicidad –las matemáticas no se nos dan bien–, ¿ha leído usted que Angela Merkel, Emmanuel Macron, Xi Jinping, Vladimir Putin o algún otro gobernante, hubiera afirmado que su respectivo pueblo es feliz, feliz, feliz? ¿Qué afirmarían al respecto los gobernadores de Michoacán, Guerrero, Sonora, Guanajuato, Tamaulipas o la jefa de Gobierno de la CDMX?

¿Acaso nada dicen porque saben que sus gobernados no lo son o porque piensan que como gobernantes deben cuidar lo que afirman para no ser señalados de frívolos, que opinan tonterías?

La responsabilidad de un gobernante reviste gran seriedad por lo que, al margen del carácter del que funge como tal, la seriedad debe estar por encima de cualquier chascarrillo barato.

América Latina es rica en gobernantes frívolos; el más pintoresco fue Abdalá Bucaram (El Loco Bucaram), presidente de Ecuador, quien a los seis meses de su toma de posesión fue destituido por loco (Incapacidad mental para gobernar).

¿Y qué decir de El Bronco?

Hoy, chistoretes pretendidamente graciosos y expresiones coloquiales saturan el discurso de algunos gobernantes.

Dejan de lado la seriedad obligada de la gobernación y ridiculizan la institución que representan y el cargo que ostentan. 

¿Por qué no preguntamos en Ecuador acerca de la incapacidad mental para gobernar? Nos podría servir mañana.

 

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