Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

10 Oct, 2019

¿Qué engendro será la Ley de Ingresos?

Dadas las noticias de los últimos días en relación con la Iniciativa de Ley de Ingresos enviada por el Ejecutivo al Congreso de la Unión, es casi imposible emitir una opinión favorable acerca del resultado que aquél entregará al país.

Son tantos los desatinos sobre los cuales está construida aquélla, que el resultado no debería ser llamado Ley de Ingresos sino simplemente, un engendro. Son tantos los grupos que han manifestado reclamos de índole diversa de los cuales, no pocos tienen méritos sobrados para ser tomados en cuenta e incluidos en el documento final que, como dije, el resultado será, sin duda, todo un engendro.

No recuerdo en los últimos años —desde el año 1994 a la fecha—, un proyecto de Ley de Ingresos tan mal elaborado por parte del Ejecutivo como el enviado este 8 de septiembre; si bien las exageraciones triunfalistas carentes de sustento no son extrañas a las iniciativas de Ley de Ingresos, esta vez exageraron los empleados de Hacienda o, posiblemente, se amoldaron a las ocurrencias en materia de gasto ordenadas por López.

El engendro que va a resultar, así modifiquen y ajusten lo que negocien, pronto mostrará su inviabilidad por lo que, digan lo que digan, deberán llevar a cabo más recortes de los que hoy admiten. No hay forma de que las cuentas cuadren; menos aún, que aparezcan recursos de la nada.

Esta vez, dos son los planteamientos que descuadran todo; uno, el crecimiento proyectado del PIB para el año próximo y el otro, el volumen diario de extracción promedio de petróleo. Ese 2.0% y el 1.951 millón de barriles de petróleo son, para decirlo suavemente, una tomada de pelo.

Dudo en verdad que López acepte reducir ese porcentaje y ese volumen a niveles razonables, por no decir alcanzables; los efectos en los ingresos esperados de plantear 1.5% y 1.75 millones de barriles serían, otra vez para decirlo suavemente, la prueba fehaciente del desfonde de la gobernación del presente gobierno.

De hacerlo, lo cual sería lo más recomendable, la ley resultante diría adiós a buena parte de esos sueños guajiros mal llamados programas de bienestar y sobre todo, se traduciría en un golpe mortal para los tres grandes desatinos que son Dos Bocas, Santa Lucía y el Tren Maya.

Al mismo tiempo que esto último se viere reflejado en el documento resultante, habría también que aceptar la necesidad de corregir de raíz un conjunto de medidas y la visión del desarrollo que este gobierno ha intentado, a contrapelo de la realidad, imponer fuera de toda lógica y alejado de lo que debería ser un manejo prudente de las finanzas públicas.

Sin embargo, dada la cerrazón exhibida desde antes de la toma de posesión frente a las fuertes constricciones presupuestales, el resultado de las discusiones en ambas Cámaras del Congreso de la Unión será, como dije, no otra cosa que un engendro, más cercano a un fenómeno que a un cuerpo normal.

De darse esto último, ¿de quién sería la responsabilidad? ¿Acaso sólo de López y los columnoflexibles que lo rodean? ¿Y los ciudadanos qué? ¿Y nuestro silencio cómplice y cobarde nos permitiría estar libres de toda responsabilidad? ¡Pobre México!

 

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