Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

15 Sep, 2020

Sí, nos gusta ser pequeños, chiquitos

 

 

Al título agregaría: “Y también, hacer las cosas como las hacíamos hace 50, 60 o más años”. En pocas palabras, nos sentimos bien en nuestra zona de confort; nos conformamos con ganar poquito, pero, eso sí, sin mucho esfuerzo. Nos seduce esa idea perversa que algunos expresan así: “Ahí nomás, para irla llevando”.

(Antes de continuar con el tema de hoy, agrego algo a lo que me hizo ver un twitero que me sigue (escribo nada más su apellido para proteger su identidad: Maza). Me
dice: “Para un ciudadano de la CDMX, los temas en sus mañaneras recientes parecerían tan sólo problemas locales y agrícolas, (pero) el mensaje de fondo sobre cambio y renovación, aplica a todos”).

 

  • En relación con su comentario, agrego dos puntos; uno tiene que ver con el desprecio que en áreas como la CDMX y en otras áreas altamente urbanizadas del país se practica, en relación con el sector primario. Este ninguneo e ignorancia es resultado natural de la apatía por darse a respetar de los productores mismos, y su afán de mantener una mal entendida individualidad; también, de la pichicatería propia de ese sector, que se niega a aportar recursos para una promoción general del sector o su actividad.

El otro, el aislamiento frente al resto del mundo en lo relativo a los cambios estructurales que ha registrado la agricultura desde los años cincuenta del siglo pasado. Ésta es la herencia perversa de decenios de economía cerrada y un dañino proteccionismo al campo aduciendo, todavía hoy, tonterías que no se sostienen en la era de las economías abiertas y la globalidad.

Esto da por resultado seguir haciendo las mismas cosas de la misma manera durante decenios; hoy, para no ir más lejos, hay quien se ufana de exportar becerros a Estados Unidos, tal y como lo hemos hecho desde hace más de un siglo en Sonora y Chihuahua.

¿Por qué no engordarlos aquí, y sacrificarlos y elaborar cortes, por ejemplo? Porque nuestros costos son más elevados al no tener grano suficiente y tener que importarlo, aunado a las magnitudes minúsculas de nuestras operaciones frente a aquel país y otros, que han hecho de la engorda una actividad moderna donde, para empezar, sus operaciones son decenas de veces más grandes que las nuestras. 

Luego entonces, ¿por qué seguir haciendo lo mismo de la misma forma? ¿Sólo por ignorancia, egoísmo y miedo no nos atrevemos a crear grandes empresas y elevar la productividad, a reducir costos y ser competitivos? ¿Acaso influye la educación y cultura productiva recibida la cual, sin proponérnoslo, nos lleva sin pensar a no modernizarnos para seguir dependiendo del poderoso, en torno al cual andamos de pedigüeños eternos?

Este panorama, lejos de ser privativo del sector primario y las zonas rurales, se da en el resto del país y en los otros dos sectores de la economía. En los tres escasea la elevada productividad y la innovación, y abundan los pedigüeños de subsidios y protección que daña al consumidor. Al mismo tiempo, esa práctica genera alta rentabilidad sin mucho esfuerzo a los que se aferran a lo viejo.

Cuidado con decírselos porque, en vez de analizar el mensaje, prefieren matar al mensajero.

 

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