Edgar Amador

Edgar Amador

15 Nov, 2021

El secuestro de los bancos centrales

Los mercados financieros son probablemente el actor económico más poderoso de la economía moderna. Tanto, que tiene la capacidad de secuestrar a los bancos centrales y la política monetaria, ya los gobiernos y su política fiscal. Las consecuencias de un crack bursátil global serían tan delicadas, que el mero miedo a que eso ocurra tiene a la política pública global presa en una trampa de liquidez y en un fango de tasas de interés negativas, que tendrán consecuencias, si no hoy, si en el largo plazo, cuando la actual generación de trabajadores esté por retirarse.

La muestra de lo maniatado que están los bancos centrales por el chantaje de los mercados financieros se ilustró la semana pasada, cuando una miríada de países publicó sus índices de inflación del mes de octubre 2021. En el caso más dramático, el de los Estados Unidos, la inflación anualizada se disparó hasta 6.2 por ciento, igualando un récord de treinta años, y sonando las alarmas entre los economistas y la prensa financiera respecto del peligroso ritmo de aumento de los precios al consumidor y al productor.

Hace treinta años, cuando los Estados Unidos registraban tasas anualizadas de inflación similares, la tasa de interés de la Fed era cercana al ocho por ciento. Hoy, con la misma inflación, la tasa de interés es de cero por ciento.

Lo anterior significa que la tasa real ex post, es decir, la ocurrida una vez descontada la inflación ha variado dramáticamente. Hace tres décadas la tasa real de la economía era de alrededor del dos por ciento, hoy la tasa real aceptada de buena gana por los inversionistas es poco menor a ese seis por ciento, pero negativa. Es decir, los inversionistas en el colosal mercado de bonos están dispuestos a perder dinero en términos reales. ¿Por qué? Y ¿A cambio de qué?

Nadie le pone una pistola en la cabeza a los millones de inversionistas que compran bonos de Estados Unidos a diez años y que reciben 1.375 por ciento, lo que implica que, con una inflación de 6.2 por ciento, la inflación le está comiendo la inversión un cinco por ciento cada año. Los inversionistas están dispuestos a perder ese porcentaje de su riqueza ante la inflación cada año. ¿Qué se les tiene que dar a cambio de dicho sacrificio?

La respuesta posible es: retornos espectaculares en los otros mercados.

Cuando vemos cómo activos balines como las cripto monedas, que no producen ingreso alguno en el futuro, se disparan en precio a niveles desquiciados y desconcertantes, quizá nos expliquemos el misterio. Quizá los inversionistas en general están dispuestos a que la inflación les coma su riqueza en bonos, a cambio de que su riqueza en acciones, materias primas, bienes raíces, y activos estrafalarios e inútiles como las cripto monedas y NFTs, o incluso estampillas y cartitas de álbumes de futbol.

Dicho pacto no es explícito ni ocurre en realidad, pero ese mecanismo misterioso que es la mano invisible del mercado parece estar cincelándolo diariamente, a cada minuto, y es probablemente la razón por la cual los banqueros centrales, como la Fed, tienen pavor a un desplome de los mercados bursátiles y otros mercados, como el de los criptomonedas.

Quizá por ello la Fed esté dispuesta a aceptar la mayor tasa de inflación de los últimos treinta años. Si retirara la opulenta liquidez que ha inyectado las últimas dos décadas en el mercado, y subiera sus tasas de interés, las bolsas y las cripto monedas se desplomarían, y los inversionistas de bonos demandarían tasas de interés reales positivas en compensación.

Dicho escenario sería tan catastrófico para la economía global, que gobiernos y banqueros centrales están dispuestos a incumplir su obligación de mantener la inflación bajo control y tolerar inflaciones récord.

La persistencia de condiciones de extrema liquidez, y de tasas de interés en cero, a pesar de los evidentes estragos de la inflación sólo puede entenderse por dos razones: negligencia o porque el costo de hacer lo debido es menor que el costo de no hacerlo.

La Fed sabe que de acuerdo con sus parámetros, con las actuales tasas de inflación, las tasas de interés nominales deberían de estar cercanas al ocho por ciento quizá, pero saben también que si las tasas subieran, los efectos de dicha decisión serían probablemente tan costosas, que en muy poco tiempo tendrían que estar regresando las tasas a cero en medio de un escenario de desplomes bursátiles y deflación económica.

Las bolsas y los inversionistas están muy conscientes del dilema anterior, y sacan el mejor provecho de la situación, invirtiendo en los activos más riesgosos posibles con tal de obtener el mayor rendimiento posible. Total, si algo pasa, los bancos centrales actuarán para rescatarlos, y hacerlos ricos de nuevo.

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