Edgar Amador

Edgar Amador

31 May, 2021

La nueva infraestructura: al infinito y más allá

 

La infraestructura, tal y como la conocíamos hasta hace poco, ha cambiado y cambiará de manera acelerada en los próximos años. La infraestructura necesaria para el crecimiento futuro necesitará más carretera de datos que de vehículos, buscará remediar los daños ambientales hechos por el consumo masivo de nuestras sociedades y comenzará a buscar la explotación y poblamiento de los mundos fuera del nuestro. Pero a corto plazo la infraestructura clásica de caminos, puentes, presas y suministro de agua, puertos y aeropuertos seguirá siendo necesaria.

La etimología es clara: la infraestructura es la estructura que está debajo de todo lo que hacemos. Para construir nuestras casas y ciudades necesitamos drenaje, agua potable y calles. La agricultura, para cultivar lo que comemos, necesita presas y distritos de riego. Para trabajar y viajar necesitamos caminos, aeropuertos, túneles y puentes. Para usar WhatsApp y yo poder enviar mi columna a Excélsior y que ustedes puedan leerla, se necesitan miles de kilómetros de cable submarino, de conexiones inalámbricas, de switches, servidores y conexiones. La infraestructura es lo que sostiene la producción, la distribución y el consumo, es la columna vertebral de las economías modernas.

Esa infraestructura clásica seguirá siendo necesaria y comandará el grueso de los presupuestos de inversión en el futuro cercano, pero nuevos sectores de infraestructura crecerán en importancia en las próximas décadas, y los economistas y financieros deberán encontrar las soluciones para apoyar los desarrollos que los ingenieros y sus tecnologías están requiriendo.

Un ejemplo de lo anterior son las tecnologías limpias, qué básicamente buscan corregir los daños causados por la infraestructura clásica y nuestro modelo actual de producción y consumo, los cuales están dañando el medio ambiente hasta el punto de que la vida misma en la tierra, la humana incluso, está en riesgo de perderse.

Los pesticidas generados por la industria química fueron exitosos en acabar con las plagas y multiplicar los rendimientos agrícolas, pero devastaron los suelos. Los biólogos actuales están desarrollando el control biológico de plagas, criando y usando bichos que se alimentan de las mismas. Es alta tecnología para usar a la naturaleza para que la naturaleza produzca para la sociedad. La infraestructura necesaria para que este tipo de ejemplos se multiplique apenas está en sus etapas iniciales y demandará capital y crédito.

Cada que celebramos un punto de crecimiento adicional del PIB, millones de toneladas adicionales de basura se acumulan en nuestras ciudades. Gastamos billones en recolectar los desechos y confinar los residuos, mientras los rellenos sanitarios añaden decenas de metros de altura adicionales a sus cordilleras de basura. La basura en los rellenos se descompone, generando metano y perforando la capa de ozono, calentando el planeta y contaminando los mantos freáticos que nos dan de beber con la filtración de los venenosos lixiviados.

Las tecnologías limpias convierten el ponzoñoso metano en electricidad para el alumbrado público de las ciudades, convierten la basura en biocombustible, el cual reduce el carbono, evitando que se fugue a la atmósfera. Además, puede servir para propulsar a los aviones, que emiten cerca del 3-5% de los gases de efecto invernadero del planeta y que no son susceptibles de la disrupción del motor eléctrico debido a su enorme peso y las vastas distancias que deben atravesar.

El estrafalario billonario Elon Musk y su rival Jeff Bezos están construyendo la infraestructura para explotar y quizá colonizar la Luna y Marte. La infraestructura requerida para tales proezas será descomunal y se necesitará capital y créditos, además de subsidios gubernamentales para lograrlo.

Ya sea verde, limpia, de datos o interestelar, la necesidad es la misma: infraestructura. Y se requiere lo mismo: capital, créditos, subvenciones públicas, ingenieros y financieros que sepan concretar los proyectos. Pero el efecto será el mismo que el de la infraestructura clásica: potenciar el crecimiento de las economías involucradas, dándo soporte para su desarrollo en el largo y muy largo plazo.

 

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