José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

15 Jun, 2018

Canadá

Quienes seguimos con horror y pena ajena la reunión del G-7 en la provincia de Quebec quedamos pasmados ante el inagotable talento de Trump para agredir e insultar a sus aliados, al tiempo que destruye a coces la delicada estructura de alianzas, convenios e instituciones erigidos desde el fin de la 2ª Guerra Mundial para ordenar los destinos de la esfera liberal del orbe.

Nunca como ahora es más oportuna la frase acuñada por el legendario Sam Rayburn, uno de los más efectivos líderes de la Cámara de Representantes de EU, que “cualquier asno puede tumbar el granero, pero se necesita un buen carpintero para construir uno”, aludiendo al inverosímil comportamiento de Trump.

Llamó a Trudeau “deshonesto” y “endeble” porque éste declaró “que los canadienses no se dejarán atropellar” por las tarifas impuestas por EU a sus exportaciones, y que usar como causa “razones de seguridad nacional” frente a Canadá, como lo hizo Trump, “era insultante.”

No contento con su exabrupto, mandó a sus mastines falderos a redoblar las injurias. El asesor económico Larry Kudlow salió en CNN a decir que el Primer Ministro “nos acuchilló por la espalda” con sus declaraciones, para poco después sufrir un ataque al corazón, clara prueba que aún hay justicia divina.

El repulsivo asesor comercial Peter Navarro fue a Fox News a gruñir que “hay un lugar especial en el infierno para cualquier líder extranjero que ejerce diplomacia de mala fe” con su jefe, y repitió lo de la puñalada en la espalda, señal que ambos estaban regurgitando las sandeces que les
dictó Trump.

La paradoja de todo esto es que Canadá ha tenido una relación estrecha y mutuamente beneficiosa desde que acabó la guerra de 1812 entre EU y el Reino Unido, que usó ese territorio para invadir EU, conflicto que tuvo lugar por las políticas proteccionistas de los británicos para bloquear a la Francia de Napoleón.

En este tema, Trump volvió a sacar el cobre acusando a Canadá de “quemar la Casa Blanca” en 1814, cuando ese país no existía y era colonia británica. Lo que sí es cierto es que ingleses y franceses en su entorno canadiense, vencieron en 1775 a los rebeldes de EU en su guerra de independencia, cuando quisieron ir a “liberarlos.”

Un segundo intento de EU de anexar una comarca reclamada por los ingleses ocurrió en 1844 en Oregon, que se extendía desde la frontera con California, a la sazón parte de México, hasta el lindero con Alaska, que entonces era de Rusia. Para ganar la Presidencia James Polk ofreció concretar el “destino manifiesto” de su país con la frase “54º 40’ o guerra,” aludiendo a la latitud donde proponía fijar la frontera.

Una vez en la silla presidencial Polk se dio cuenta que sería más fácil cumplir sus afanes expansionistas provocando una guerra con México que con el Reino Unido, a la sazón la primera potencia militar y naval del mundo, con la que buscó un arreglo en el que se repartieron Oregon fijando el lindero en el paralelo 49º.

Así se dio la expansión de EU despojando a México de una extensión superior a 2.7 millones de km2 —los actuales estados de Nuevo México, Arizona, California, Nevada y Utah, y partes de Wyoming y Colorado, además de Tejas, que se perdió en 1836 con el acicate de EU­—. El acuerdo con el Reino Unido le aportó lo que hoy son Oregon, Washington, Idaho y partes de Colorado, Montana y Wyoming, casi 1 millón de km2.

Desde entonces las fronteras de Canadá y EU no han cambiado y ambos países han sido aliados militares y socios comerciales, por lo que no hay razón para los malos tratos de Trump. Pero viendo su cada vez más desquiciada conducta, me temo que un acuerdo respecto al TLC de Norteamérica ya
se esfumó.

¡Y entre insultos para Trudeau, Trump voló para reunirse con su nuevo cuate, el sátrapa de Norcorea Kim Jong-Un!

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