José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

12 Oct, 2018

Seade, ¡salva soberanía y cultura!

Cuando algunos buenos economistas, sobre todo en ámbitos teóricos, se acercan al mundo real y a la política, como los premios Nobel de Economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman, suelen caer en terrenos mucho más cerca de la demagogia que de la ciencia y la razón.

Me temo que eso le ocurrió a Jesús Seade, negociador comercial del próximo presidente de México, y quien participó con el equipo negociador del nuevo TLC de América del Norte dirigido por Ildefonso Guajardo y Luis Videgaray.

Por un lado, anuncia que la administración que viene no cancelará la reforma vigente en materia de energía, para decir luego que en el capítulo sobre energía del nuevo convenio “se preserva la soberanía nacional al mantener el derecho de reformar la Constitución”.

Agrega que “el Estado mexicano tiene la propiedad directa, inalienable e imprescriptible de todos los hidrocarburos del subsuelo…” en lo que yerra por completo, pues el artículo 27 constitucional se refiere a que “tratándose del petróleo…, la propiedad de la nación es inalienable e imprescriptible”.

Además de estos errores inaceptables en un texto con validez jurídica, es obvia la intención de quien será presidente, a partir de diciembre próximo, de modificar las leyes que quiera para cancelar la Reforma Energética cuando le resulte oportuno.   

Me parece,también, que Seade no entiende el concepto de “soberanía energética” que dice defender, cuando México hoy ya es un importador neto de los derivados del petróleo y no tendrá suficiente crudo para que operen las refinerías existentes y mucho menos las que pretenden construir.

Afirma que las empresas que ya invirtieron en el sector no tendrán problema, pues sus derechos están a salvo en el capítulo 14 del nuevo acuerdo, igual que las empresas petroleras foráneas que operaban en 1917 al otorgárseles la opción de seguir en el país cuando se promulgó la Constitución que le daba a la nación la propiedad del petróleo, sólo para ser expropiadas años después.

La respuesta que dio Seade a una pregunta que se le hizo en la conferencia de prensa, que se dio en la Embajada de México, en Washington, al ultimar el acuerdo, es una joya incomparable de un cantinfleo sin igual desde que falleció el gran cómico, al tratar de explicar por qué insistir en cambiar el texto del capítulo energético en el convenio de marras.

Detrás de su galimatías discursivo, en esa ocasión quedó claro que su jefe no quería comprometerse en preservar las reformas, por lo que se sintieron forzados a incluir una verdad de perogrullo, por la que se acepta la posibilidad de que el gobierno —ellos siempre le dicen Estado— pueda modificar sus leyes.

No contento con garantizar la soberanía nacional, este pintoresco personaje también presume la salvación de la cultura del país al extender la salvaguarda para las “industrias culturales,” que ya existía en el TLC para Canadá en razón de la presión ejercida por su población francoparlante, sobre todo en Quebec.

Pero en México no hay el menor problema con las “industrias culturales,” entiéndase revistas, periódicos, libros; películas y videos; audios, partituras y videos musicales; y transmisiones por radio, TV y cable. En general, las empresas y personas asociadas a ellas se encuentran en buena situación.

De lo que se trata con esta supuesta “protección” es de franquearle el paso al gobierno para que regrese a involucrarse a su antojo en estas actividades, como lo hizo inmisericordemente en la docena trágica populista (1970-82), ya sea regulando o interviniendo directamente en sus actividades. Un buen ejemplo es el drástico contraste entre el cine de entonces y el de ahora.

¡Me temo que un buen economista se volvió un estatócrata más y anteayer volvió a Washington a repetir su cantinfleo!

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