José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

22 May, 2018

Un buen secretario de Hacienda II

 

Con la intención de evaluar la capacidad de los eventuales encargados de las finanzas públicas en la próxima administración, empecé la semana pasada con un recuento del desempeño de los secretarios de Hacienda entre los 1920 y los 1970, concluyendo que para mantener bajo control el gasto y la deuda públicos era forzoso que tengan la capacidad técnica, pero también el total apoyo del Presidente.       

Discutí, además, cómo a partir de Luis Echeverría (1970-76), se intentó resolver los problemas nacionales a billetazos, haciendo gala de una completa ignorancia en materia económica, lo que tuvo consecuencias devastadoras al haberse llevado el manejo financiero a los Pinos, sacando a Hacienda y al Banco de México de la jugada.

José López Portillo (Jolopo) llegó a la presidencia desde Hacienda, gastando todo lo que Echeverría quiso, y ya como Presidente cometió la fechoría imperdonable de escindir las funciones básicas de las finanzas públicas, quitándole la chequera al secretario de Hacienda, que sólo se quedó a cargo de los impuestos y la deuda.

Justificó crear la Secretaría de Programación y Presupuesto aduciendo que era un arreglo más moderno por ser el prevaleciente en EU, sin reparar que en ese país el Congreso se ubica entre el Tesoro y la oficina del presupuesto para aparear fuentes de ingreso con partidas de gasto y así mantener el equilibrio financiero.

La división entre la SPP y Hacienda significó que sus titulares, de inicio Carlos Tello y Julio Rodolfo Moctezuma, respectivamente, entraran en conflicto desde el primer día, pues el primero quería gastar los dineros que el segundo tenía graves dificultades en conseguir sin incurrir en abultados déficit financiados con deuda.

En ese pleito, Jolopo los corrió a ambos, y encomendó la SPP a Ricardo García Sáenz, también conocido como Hood Robin por empobrecer a millones de mexicanos al llevar a la virtual quiebra al Instituto Mexicano del Seguro Social, y Hacienda a David Ibarra, un economista de la escuela “estructuralista” que cree que un mayor gasto público es básico para impulsar el crecimiento económico.

Ambos entendieron que Jolopo quería gastar, y mucho, y que el petróleo con precios y cantidades de exportación al alza lo permitiría, al dotar al gobierno de ingresos abundantes y de una capacidad de endeudamiento enorme. Ibarra intentó moderar los peores excesos al caer los precios del petróleo, pero fracasó.

Hoy en día pocos recuerdan cómo terminó ese capítulo de ineptitud financiera, con Jolopo llorando en su último informe de gobierno y culpando a los banqueros de la quiebra del país, cuando sus irresponsables políticas económicas fueron la causa.

A su sucesor, Miguel de la Madrid, le tocó ajustar una economía en ruinas con Jesús Silva-Herzog en Hacienda y Carlos Salinas en SPP. Fue un proceso difícil y largo, pues la economía cerrada que legó Jolopo reaccionó poco a los estímulos económicos, como devaluar el peso, y porque el precio del petróleo siguió cayendo.

En seis años de penurias y renegociación de la deuda nacional, la economía se mantuvo estancada, la moneda se devaluó en 2,500% y la inflación llegó a 160% anual, lo que llevó al gobierno a plantear un ajuste estructural de fondo, por demás inusual en las postrimerías de una administración pública.

Los encargados del diseño de ese programa fueron Pedro Aspe y Gustavo Petricioli en la SPP y Hacienda, respectivamente, que por primera vez actuaron en estrecha coordinación desde el craso error de Jolopo de separar las funciones del gasto público de los impuestos y el crédito.

En próximas entregas traeré esta crónica hasta nuestros días para ofrecer a mis queridos lectores una opinión mejor informada sobre las calificaciones de quienes se dice pueden ser los secretarios de Hacienda de los candidatos presidenciales.

 

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