José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

José Manuel Suárez-Mier

29 May, 2018

Un buen secretario de Hacienda IV

 

Toca hoy el turno de evaluar el desempeño hacendario de la actual administración y especular sobre el talante de quienes se supone podrían llegar a encabezar el sector financiero de México con los principales candidatos presidenciales en la contienda.

Luis Videgaray contaba de sobra con todos los elementos necesarios para hacer una labor brillante en la secretaría de Hacienda cuando accedió a ella en 2012: preparación académica inmejorable; gran experiencia tanto en la banca de inversión como al frente de las finanzas del Estado de México, el de mayor peso económico del país; y un apoyo absoluto e insólito del presidente Enrique Peña Nieto.

El otro factor que siempre ayuda a alcanzar un buen desempeño financiero, la buena suerte, también estuvo de su lado: razonable estabilidad y crecimiento económico global; bajísimas tasas de interés en México y el mundo; abundante inversión externa y remesas de mexicanos en el extranjero sin precedente.

Lamentablemente, Videgaray no aprovechó los propicios vientos que lo favorecieron y en su gestión, que termina en 2017, aumentó en 35%, como proporción del PIB,  el gasto del gobierno financiado con deuda, al tiempo que se desplomó la inversión pública a sus niveles más bajos de la historia reciente, sin que hubiera ningún repunte en el crecimiento de la economía, que era la intención del mayor gasto.

La única explicación que encuentro a tan pobre gestión, que incluyó la peor reforma tributaria en la historia reciente, es que Videgaray estaba más ocupado en temas sin vinculación con la hacienda pública, como alcanzar los acuerdos necesarios para la aprobación de las grandes reformas estructurales conseguidas al inicio del sexenio.

Los sucesores de Videgaray, Meade y González, revierten la expansión del gasto y generan superávit fiscales, en buena medida por utilidades cambiarias transferidas del banco central. Las condiciones favorables en los mercados empiezan a invertirse: cae el precio del petróleo, aumentan las tasas de interés y hay incertidumbre por la gestión de Trump y la próxima elección en México, lo que crea un ambiente negativo.

El único contendiente presidencial que ha anunciado quien será su secretario de Hacienda fue AMLO: Carlos Manuel Urzúa, quien cuenta con los requisitos académicos necesarios y la experiencia, al haber manejado las finanzas de la CDMX, aunque ese puesto tenía entonces rígidos límites impuestos por su condición como una entidad cuyas finanzas no eran autónomas del gobierno federal.

Respecto a Ricardo Anaya, el segundo en las encuestas después de AMLO, no ha habido el menor indicio de quién sería su secretario de Hacienda, aunque no resulta alentador que proponga una agenda económica populista, en parte inspirada en lo que queda de una izquierda muy confundida en el PRD, que lo apoya, y en su asesor Jorge Castañeda, antieconomista que promueve el “ingreso ciudadano universal”.

No tengo duda de que Meade ratificaría en el puesto a su tocayo, quien, a mi juicio, ha venido haciendo una labor encomiable en el poco tiempo que lleva en el cargo, y que consolidaría los esfuerzos por equilibrar las finanzas públicas, abatir la deuda y la inflación, y elevar la inversión del gobierno en proyectos de elevada rentabilidad.

No debemos olvidar, sin embargo, los otros requisitos que hemos enumerado para que el secretario de Hacienda tenga éxito, que empiezan por tener un programa de gobierno coherente para alentar la inversión productiva y el crecimiento económico, en adición a contar con el apoyo sin límite del Presidente.

Les toca a mis estimados lectores juzgar quién sería el mejor secretario de Hacienda para el sexenio 2018-2024 a partir de mis abreviados comentarios al respecto, porque su futuro económico y su bienestar familiar dependen de ello.

 

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