Rodrigo Pacheco

Suma de Negocios

Rodrigo Pacheco

22 Ene, 2022

La confianza y los ingresos

La confianza es el pegamento de la economía, por ello, uno de los indicadores para entenderla es el Índice de Confianza del Consumidor que se desarrolló en Estados Unidos en 1967; en México, dicho indicador se comenzó a medir con criterios de la OCDE en 2001.

En su espléndido libro titulado Lo que indican los indicadores, Jonathan Heath, actual subgobernador del Banco de México, plasma cómo entre 2001 y 2003 el Índice de Confianza del Consumidor va descendiendo, lo que coincide con la recesión 2000-2003 y después volvió a recuperarse hasta 2006 para bajar nuevamente en el contexto de la caída y luego crisis económica 2007-2009. El punto más bajo del indicador hasta la recesión de 2020 había sido octubre de 2009, al bajar a 32.6 puntos. Desde octubre de 2009, el Índice de Confianza del Consumidor tuvo vaivenes, pero alcanzó el punto más bajo de su historia en mayo de 2020 justo cuando la economía hizo alto total como consecuencia del confinamiento para enfrentar la pandemia. Ayer, el Inegi presentó el Índice de Confianza del Consumidor, pero mostrando las diferencias de acuerdo con quintiles de ingresos y también de acuerdo con las regiones del país. Los datos ilustran una intuición relativamente obvia que supone que a mayor prosperidad, más confianza en la economía, lo que pone un número a la diferencia de percepciones de acuerdo con la clase social. Por ejemplo, el quintil 4 y quintil 5 de mayores ingresos se ubicaron en octubre y noviembre del año pasado por encima de las 50 unidades, lo que marca la frontera entre optimismo y pesimismo mientras que el quintil 1, de menores ingresos, se ubica cuatro puntos por debajo del promedio nacional para esos dos meses y casi 12 puntos por debajo del quintil de mayores ingresos. Desde una óptica geográfica, la correlación también se sostiene dado que la zona norte que abarca a los estados de la frontera con Estados Unidos, que han tenido una recuperación económica más rápida que el resto del país, también registran una Confianza del Consumidor por encima de los 50 puntos en noviembre.

Al cruzar los datos de la Confianza del Consumidor con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de noviembre que divide a los trabajadores de acuerdo con cinco categorías que van desde ganar un salario mínimo hasta llegar de manera consecutiva a cinco o más, es evidente que la mayor parte del país es pesimista, ya que el primer quintil de menores ingresos representa a 24 por ciento y el segundo quintil 34 por ciento, lo que implica que 58 por ciento de la población tiene 2.8 unidades por debajo del promedio nacional y únicamente 2.4 por ciento tendría una percepción optimista, ya que en ese quintil se ubicó en 52.4 unidades, lo que supera el umbral hacia el optimismo y que el indicador general no ha alcanzado su historia.

 

Una reflexión intuitiva es que el marco de referencia de los tomadores de decisiones que representan 2.4 por ciento del total de las personas ocupadas, definen muchos aspectos de la vida de 58 por ciento que son los dos quintiles de menores ingresos. Con las personas que pertenecen a 2.4 por ciento no me refiero a un secretario de Estado o al director general o dueño de una gran empresa, sino cientos de miles de personas que casi en cualquier organización significativa tanto pública como privada ocupan posiciones de liderazgo con ingresos de cinco salarios mínimos o más probablemente, al menos 10 salarios mínimos. Esa diferencia entre percepción e ingresos aunado a que en México no hay instituciones de unificación social que permitan construir una identidad social con base en una experiencia común, como el ejército en Israel o la educación en Francia, puede explicar los silos sociales y cajas de resonancia.

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