Rodrigo Pacheco

Suma de Negocios

Rodrigo Pacheco

30 Sep, 2020

TikTok, preocupación legítima

A finales del siglo XIX, la Revolución Industrial se trasladaba a la producción bélica. Los avances en la tecnología estaban cambiando el paradigma de la guerra y era obvio que Alemania, Reino Unido y Francia saldrían fortalecidos mientras las ventajas geográficas y demográficas de Rusia se iban erosionando.

Por ello, en un inocente aunque racional esfuerzo, el zar Nicolás II convocó a la primera conferencia internacional de paz, la cual se celebró en su cumpleaños 33, en 1899, en la Haya.

En la conferencia participaron 26 países, entre los que se encontraba México, y tenía como objetivo establecer criterios para los conflictos bélicos, pero, sobre todo, para detener el desarrollo de nuevas armas. Lo único que se aceptó fue la prohibición de tirar explosivos desde globos aerostáticos, utilizar balas expansivas y gases.

Ocho años después, en 1907, se volvió a celebrar otra conferencia con la participación de 44 países, sin embargo, nuevamente no hubo compromisos en materia de suspender el desarrollo de nuevas armas y no se ratificó la suspensión de las balas expansivas ni de los gases.

Uno de los compromisos era convocar a una tercera reunión con el objetivo de establecer mecanismos que permitieran resolver disputas internacionales sin recurrir a la guerra. No obstante, dicha cumbre no se verificó a causa del asesinarto del archiduque Franz Ferdinand, lo que dio el banderazo de salida a la Gran Guerra, en la que, por cierto, se utilizaron de manera intensa nuevas armas, como el gas mostaza.

En 2020 nos encontramos ante un panorama que guarda ciertas similitudes con el mencionado arriba, pero ahora las armas más efectivas tienen que ver con las tecnologías de la información.

En el siglo XXI la ventaja no sólo implica desarrollar las mejores tecnologías, sino tener la sofisticación para saber utilizarlas y manipularlas.

En el siglo XXI, Vladimir Putin convirtió en armas plataformas tecnológicas como Facebook y lanzó una guerra de propaganda. De acuerdo con el propio Facebook, el gobierno ruso, a través de la Agencia Internacional de Internet, produjo 80 mil contenidos divisivos que fueron vistos por 15 millones de personas entre enero de 2015 y agosto de 2017.

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A pesar del esfuerzo ruso en varios frentes, no creo que sea la razón por la que Trump llegó a la Casa Blanca, como cualquier evento masivo y social éste es multifactorial.

Sin embargo, Putin demostró que desde una posición de debilidad objetiva pudo influir para que su principal rival geopolítico eligiera a un líder errático y poco estratégico. La propaganda y la intervención no son recursos nuevos, hay que recordar a William Randolph Hearts y cómo, a través de la manipulación de la opinión pública, logró que Estados Unidos interviniera en la Independencia de Cuba. No obstante, las nuevas plataformas sociales ofrecen una plataforma de manipulación que supera las fantasías de George Orwell y, bajo esta óptica, la preocupación al rededor de la red social TikTok —la cual tiene 100 millones de usuarios estadunidenses— adquiere una dimensión legítima. Si Putin logró tener ese nivel de influencia manipulando una plataforma estadunidense como Facebook es válido preguntar: ¿Qué podría lograr China si utilizara como arma de manipulación una plataforma tan influyente? El mejor camino, aunque quizás sea tan utópico como la intención del último zar, es definir una suerte de gobernanza global de las nuevas plataformas.

 

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