Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

6 Oct, 2021

Amor en venta

En política polarizada, el comodín de la baraja gana más puntos. El Presidente presentó ante el Congreso su anunciada iniciativa constitucional de reforma energética. Como es predecible, contiene dogmas y máximas del nacionalismo económico de los recursos, donde la gran gloria del Estado está por encima del “rapaz mercado” y debe ser restaurada. “La electricidad era tuya, te la vamos a devolver”, dice. Make Mexico Great Again, dirían otros.

En este nuevo episodio de lo que se ha convertido la política en México —el odio, las posiciones irreductibles, la polarización y la vendimia de posiciones—, el Presidente busca seducir a las fracciones parlamentarias del PRI en el Senado y la Cámara de Diputados. Son los fieles de la balanza —el comodín político— para contar con las mayorías constitucionales necesarias para consumar la contrarreforma. Mientras algunos en el PRI dicen que su amor no se vende, otros lo considerarán “después de foros de discusión” para “hacer lo que mejor le convenga a México”; sugieren que esperan elevar el costo de la reforma y, por ende, vender su cuerpo político por más beneficios terrenales. Las flores y los chocolates que ofrece la 4T tal vez no sean suficientes; sólo los “foros” lo dirán. 

Y es que esa reforma para renacionalizar la generación de la energía eléctrica, eliminar órganos reguladores y nacionalizar el litio (mineral necesario para la transición energética a energías limpias) es la contrapropuesta de lo que hasta hace unos años era el PRI modernizador.

En el sexenio de Peña Nieto, tan lejano ahora, se liberalizó por primera vez el mercado para estar a la altura del crecimiento de la economía y las demandas de energía. Se dejó atrás el dogma del petróleo y la energía como fuente de dignidad revolucionaria. No más; ahora se contrapone una visión de venta y acercamiento a la 4T y sus ideas de volver al pasado “glorioso”. 

En posicionamientos de cámaras empresariales, despachos de abogados, expertos en energía y analistas, hay un consenso en que esta contrarreforma representa un grave retroceso para las necesidades de energía y crecimiento económico. Representa una expropiación indirecta de las inversiones ya hechas en generación eléctrica (solar, viento y otras), incumple con las metas de reducción de gases de efecto invernadero y se centraliza el poder en una mega entidad llamada CFE, con un personaje octogenario y obstinado a la cabeza.

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La propuesta misma es la cumbre de lo que considera el Presidente debe ser el gobierno: el gran generador y centralizador de las decisiones y riqueza de nuestro país. Un Estado totalitario donde sólo cabe el sector público, por más ineficiente que éste sea. El concepto de sector privado y el mercado es sólo una referencia para futuras críticas, discursos y dogmas. Es el gran villano.

Es así como el PRI es, al igual que en el sexenio de Fox, el gran negociador y beneficiario —a costa de sus posiciones recientes y cohesión política— de estas posiciones tan distantes. La oposición, que confiaba en los votos del PRI, puede perder la batalla y, con ello, volver al pasado nacionalista. El amor del PRI está a la venta. El comodín determina la baraja.

 

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