Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

20 May, 2020

El hilo más delgado de la 4T

A lo largo de los 18 meses de gobierno de López Obrador se han hecho manifiestas tendencias preocupantes. Quizá, para sorpresa de muchos, el dogma de fe con el que se trata a ciertos sectores, como polos de desarrollo; su afán de transformar a México con su sola presencia y otros desperfectos están plasmados en documentos que ha ido escribiendo a lo largo de años. Ahí están los libros, ensayos y otros textos que, con poca estructura lógico-racional, pero con mucho dogma, traducen lo que iba a hacer durante su gobierno.

Pocos creímos que iba a radicalizarse o a hacer tonterías como las que hemos visto casi a diario, por él o por los representantes de su gobierno. Los más evidentes vienen de las alas más radicales; léase Rocío Nahle, Manuel Bartlett, Irma Sandoval, entre otros. Son ellos quienes, efectivamente, han tomado mayor poder y, siguiendo el libreto de su jefe, han influido en la agenda cada vez más radicalizada del gobierno.

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El hilo de donde prende mayor parte del dogma de la 4T es el energético. Por un fenómeno curioso, los radicales siguen considerando al sector energético como fuente inagotable de recursos y una base ideológica que, en realidad, es mejor diseñada para el nacionalismo revolucionario de los años 30 del siglo pasado, cuando un presidente nacionalista-populista aprovechó el contexto internacional de la Segunda Guerra Mundial para nacionalizar el petróleo (no el sector eléctrico).

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Así, llegamos al 2020 con la regresión al debate nacional-revolucionario de la energía. Las mejores manifestaciones son ahora la potencial destrucción del futuro de la generación de energías renovables para el sistema eléctrico nacional con tecnologías como el viento, el sol y otras que son más baratas y ahora son más confiables, eficientes y modernas que nunca. Sin embargo, la Secretaría de Energía, contraviniendo toda lógica y leyes, como las de Transición Energética o la de Industria Eléctrica, emitió dos acuerdos que no sólo detienen inversiones millonarias, sino que dan un brinco hacia atrás en las metas a las que se había comprometido México en materia de reducción de contaminantes atmosféricos.

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Los acuerdos han sido otro porrazo en la correa que sostiene la credibilidad del gobierno, ya de por sí dependiente de pocos hilos. Como dirían algunos, los acuerdos no pasan si quiera la prueba de la risa. Tienen fallas serias desde la fundamentación y motivación, el precepto legal aplicable al caso y las circunstancias especiales, razones particulares o causas inmediatas que se hayan tenido en consideración para la emisión del acto administrativo.

En el fondo, con la excusa de garantizar la “calidad, confiabilidad, continuidad y seguridad del sistema eléctrico”, los acuerdos y sus argumentos se basan en evidencias que no prueban ni dan certeza de por qué supuestamente las energías renovables causan inestabilidad en el sistema.

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Fuera de las consideraciones técnicas y jurídicas, lo que es un hecho es que los acuerdos referidos son los hilos que están por reventar e inhibir la inversión privada del sector, además de favorecer una generación eléctrica más costosa y contaminante.

 

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