Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

18 Ene, 2023

El pecado original de Esquivel

 

En el mundo de la comunicación política y empresarial, el legado de una persona se mide tanto por su trayectoria de vida como por los últimos actos de su vida profesional. En el caso de las crisis, los errores que la suscitaron marcan el legado de cómo es recordado un político, empresario o figura pública. Es injusto, pero cierto; a veces los últimos acontecimientos marcan la trayectoria de una persona sin proporcionar mayor contexto.

Hace algunas semanas, un alto ejecutivo de Apple hizo una broma sin gran trasfondo más que replicar una broma popular que hablaba de “grandes pechos”. A la luz de la cultura de corrección política, no fue bien visto por usuarios de redes sociales y el video de TikTok —donde es visto sonriente bajando de un auto de lujo con su esposa— fue replicado millones de veces. El asunto no hubiese tenido mayor trascendencia salvo que algunos usuarios lo identificaron como un alto ejecutivo de Apple. La empresa tuvo entonces que deslindarse, destruyendo así, por una frase de menos de 10 segundos, la trayectoria profesional de toda una vida.

En estos tiempos vivimos. Sin embargo, en ocasiones, las crisis vienen de pecados originales que son difíciles de borrar. Ya no es un acto inocente el que causa la crisis, sino un error que marca la vida profesional de algunas personas. El caso más reciente es el de la ministra Yasmín Esquivel, cuyo plagio de su tesis profesional representa un vicio de origen de toda una trayectoria judicial. El problema no sólo es sustancial, donde el plagio desestimó la base de toda su vida profesional, su título como abogada. La complicación también en la manera en que se manejó la crisis una vez conocida la noticia.

En cuanto salió a la luz pública que la tesis profesional de la ministra Esquivel era idéntica que la de otra persona que se había titulado un año antes, la ministra inició una serie de errores que hundieron cada vez más al personaje. Cometió traspiés como victimizarse, acusar una campaña de “mentiras y difamaciones”, dijo que su “tesis es un trabajo original y auténtico”, incluso quiso jugar con los tiempos de la publicación de la tesis (aunque fuese público y notorio el plagio). Aunado a ello, su estilo de comunicación se centró en la victimización y la supuesta persecución por terceras personas, además de que sus comunicados fueron largos y llenos de contradicciones.

El asunto fue tan burdo y evidente que puso en aprietos al propio gobierno, de quien es simpatizante y apoya abiertamente con sus resoluciones. El tema, ante tantos errores de comunicación, es que se sigue apostando por la abierta ilegalidad de los actos y trayectorias de los funcionarios públicos. Defender a una ministra —la más alta esfera judicial de este país— por un vicio de origen tan grave como este demuestra de lo que está hecho este gobierno.

Este hecho continúa con la larga tradición del gobierno de postular y defender a personajes cuyo principal mérito es ser leal al Presidente de la República y sus caprichos, por más pecados que hayan cometido.

El trasfondo no es un error momentáneo. Es querer insultar nuestra inteligencia. Es el pecado original.

 

 

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