Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

8 Feb, 2023

El peligro del cabotaje

 

En las elecciones presidenciales, muchos electores ya tenemos tomada la decisión del candidato por el que vamos a votar basados en nuestras emociones. Desde ahí, para confirmar nuestra decisión, buscamos información que pinte a ese candidato en una luz positiva y rechazamos cualquier otra sugerencia. Es parte de nuestro mecanismo de defensa humano tribal ante lo que el cerebro percibe como amenazas de grupos externos a los que no pertenecemos.

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Cuando un evento complicado nos preocupa, los seres humanos optamos por confirmar nuestras propias conclusiones o decisiones. Buscamos evidencia que confirme esa decisión, aunque probablemente no sea la mejor. Algunos pueden superar esa decisión buscando evidencia, pero casi todos los seres humanos pecamos de este sesgo. En psicología, a esto se le llama el sesgo de la confirmación.

Pues bien, a nivel institucional, ese sesgo es aún más peligroso. La confirmación sin evidencia de una decisión puede costar recursos o tiempo perdido. Parecería que el gobierno de López Obrador está compuesto por cientos de sesgos basados en la ignorancia, las soluciones fáciles o hasta el capricho del líder.

Ejemplos abundan, pero en estos días llaman la atención las declaraciones del presidente López Obrador sobre la aviación en México.

Además de las malas decisiones —sesgos que han costado miles de millones de pesos y costos de oportunidad enormes— sobre los aeropuertos de la Ciudad de México, ahora el Presidente insiste en una iniciativa absolutamente inconstitucional que permitiría que aerolíneas extranjeras hagan vuelos en rutas internas nacionales; también llamado cabotaje.

La práctica, sin mayor análisis o evidencia, parecería que abriría el mercado a mejores precios en diferentes rutas. Sin embargo, otra vez se pone la conclusión-decisión por encima de la evidencia y es engañosa. En primer lugar, la iniciativa resultaría inconstitucional al violar tratados internacionales como el Convenio de Chicago, además de ilegal, al violar la propia Ley de Aviación Civil y sus reglamentos. Todos establecen la prohibición del cabotaje. En segundo lugar, abrir nuestro mercado sin ningún tipo de reciprocidad para llevar a cabo la misma práctica en los mercados de nuestros socios comerciales —como Estados Unidos— nos deja a la intemperie. Para ejemplo, sólo la aerolínea Delta supera tres veces la flota de aviación comercial total en México.

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Además, el cabotaje está prohibido en la mayor parte de los países con mercados de aerolíneas comerciales competitivos como Estados Unidos, Canadá, Francia, España y otros de nuestros principales destinos. Abrir nuestro mercado, sin mayor evidencia que un capricho para presionar a las aerolíneas nacionales a que usen el Aeropuerto Felipe Ángeles, sujetaría a aerolíneas como Volaris, Aeroméxico o Viva Aerobus a prácticas comerciales que las dejaría en una enorme desventaja. Nada impide que una aerolínea extranjera deprede el mercado con precios por debajo de sus costos para ganar mercado y desplazar a las aerolíneas nacionales sin mayor limitación.

¿Significa esto nacionalismo industrial o que esté en contra de la competencia? No, es jugar bajo las reglas establecidas por el propio sistema de aviación comercial mundial.

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Es no poner la conclusión por encima de la evidencia.

 

 

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