Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

14 Jul, 2021

El péndulo latinoamericano

Pedro es un profesor rural, líder de un sindicato izquierdista. Nació en una de esas regiones olvidadas, pero hermosas, con amplias montañas y riqueza natural. La pobreza económica y la falta de oportunidades volvieron su tierra un semillero de movimientos guerrilleros, rezago y sembradío de drogas.

Así, Pedro creció en un escenario perfecto para que el marxismo-leninismo prosperara. Las ideas radicales de lucha de clases se infiltraron en los campesinos como el agua en el campo; se llamaron “compañeros” o “camaradas” y, tomando las armas, siguieron la tendencia de lucha heroica contra los opresores de otros países de América Latina. Aquellos gobiernos a los que el discurso, dice, son inclinados al gobierno de Estados Unidos, los capitalistas y la derecha.

En distintos momentos, Pedro participó en movilizaciones, bloqueos y marchas en contra de diferentes gobiernos que acabaron afectando a los más vulnerables. Los alumnos perdieron meses de clases, pero eso no importaba. Todo fuera por la lucha de sus compañeros oprimidos y “no más pobres en un país rico”.

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Pues bien, Pedro Castillo, por razones del destino e inesperadamente, llegó a ser candidato presidencial y ahora, pendiente de la confirmación de las autoridades electorales, presidente electo del Perú; la nación de la antigua civilización Inca, aquella que fue uno de los dos centros coloniales más importantes de España, a través del Virreinato del Perú (el otro fue el Virreinato de la Nueva España —ahora México—).

Perú está ahora en la incertidumbre de confirmar a un candidato electo por el voto popular, pero con un programa e ideas tan radicales que dejarían a Sendero Luminoso, el grupo terrorista con el que tiene vínculos, en la sombra. Castillo nació del cansancio ciudadano de las mismas alternativas —los gobiernos neoliberales, dirían algunos— y que enfrenta ahora un nuevo equipo improvisado, con personajes radicales e ideas viejas de la Guerra Fría.

Si suena parecido a nuestra realidad es porque lo es.

Varios países de América Latina están siendo agitados por movimientos populistas de izquierda que prometen grandes proyectos y soluciones fáciles a problemas ancestrales, sin mayor respaldo que la palabra e ideas del líder.

Para muestra está el propio plan de gobierno de Perú Libre, el partido radical de Pedro Castillo, que habla abiertamente de la nacionalización de recursos naturales, una reforma agraria, una ley de censura de medios de comunicación, la creación de una serie de empresas del Estado y la convocatoria a una asamblea constituyente para la promulgación de una nueva Constitución alineada al chavismo-bolivariano-castrista.

Para los líderes de estos movimientos —como el de Castillo—, el Estado debe abarcar todas las actividades económicas y ser el rector. La palabra del líder es la última y todo aquél que la contradiga es tachado de fifí, neoliberal, burgués, facho, escuálido o conservador. El sector privado debe obedecer ciegamente; la riqueza se crea con la autorización del gobierno.

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¿Hacia dónde debemos ir, entonces? La promesa fácil destruye a los países aprisa. Por ello, más que populismos, ideas radicales o adjetivos, debemos buscar mayor prosperidad a través de los mercados bien regulados. De lo contrario, seguiremos en los extremos del péndulo de las ideas de siempre.

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