Rodrigo Pérez-Alonso

Frecuencias

Rodrigo Pérez-Alonso

2 Jun, 2021

Eslóganes poselectorales

La gente siempre miente más después

de cazar, durante la guerra

o antes de una elección.

                Otto von Bismarck

 

Con miles de candidatos compitiendo por igual cantidad de puestos de elección popular, el ejercicio democrático en México se ha vuelto un espectáculo, mercadotecnia y bailes en redes sociales. Frecuentemente, no gana el o la candidata que presente las mejores propuestas, sino aquel que apele mejor a los sentimientos más básicos del electorado. Ante problemas complejos, soluciones en eslóganes. ¿Inseguridad? “Córtenle los huevos” (publicidad real); ¿corrupción? “Nosotros somos moralmente superiores”; ¿pobreza? “Primero los pobres”; ¿burocracia? “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre”.

Nadie como el presidente López Obrador para simplificar el mensaje —en sus campañas y como gobernante—, al grado de hacer su gobierno una plétora de frases y dichos repetidos para convertirlos en mandamientos de culto. “Nosotros no somos iguales”, “lo que el viento a Juárez”, “aplanamos la curva (de la pandemia)”, “los gobiernos neoliberales”, “los conservadores” y otros son usados como verdades absolutas.

Todo proviene de su voluntarismo. Todo “se resuelve” con sus frases y eslóganes. Todo es semántica y promesas vacías, sin estructura operativa atrás.

Es evidente que el Presidente interviene, con semántica y acciones respaldadas por su aparato de gobierno, en las elecciones que celebraremos el próximo domingo. Inicialmente, lo que era en el discurso de las mañaneras el “respeto” por el proceso democrático se convirtió en activa y reconocida intervención en elecciones, denostar a críticos y hasta a los árbitros electorales.

El Presidente, con su dedo flamígero discursivo diario y acciones demostradas, ha expuesto ya su talante autoritario. Ha empujado hasta a antiguos aliados a criticarlo activamente (https://bit.ly/3yUT0u8).

Es por ello que, paradójicamente, lo que debiese ser pacificar la violencia discursiva electoral mediante los votos será realmente, al día siguiente de la elección, una arenga peligrosa para México del Presidente. Si bien los electores pensamos que con el simple ejercicio de voto podemos cambiar el rumbo de nuestro país, la realidad pinta más complicada.

Con un populista en el poder, son más los escenarios riesgosos para nuestra democracia poselección.

En caso de que el partido en el poder pierda (ya sea perder la mayoría simple del Congreso, perder varios estados que daban por asegurados o incluso no alcanzar los números esperados —no obstante que mantenga la mayoría simple—), el Presidente seguramente hará corajes.

Ese coraje se manifestará en denostación a las instituciones, alegatos de fraude, destrucción institucional y la persecución de “opositores”.

Es muy probable que, independientemente de qué resultado tenga en la elección, el Presidente se salte las trancas constitucionales. Si gana el Congreso, lo verá como una justificación para concentrar más poder, creando un mayor desastre legislativo y administrativo que el visto hasta ahora. Si pierde, entonces veremos a un Presidente enojado, ignorando al Congreso y la Constitución.

En cualquier escenario, el país enfrenta el riesgo de radicalización de un Presidente que no escucha razones ni argumentos. Todo es semántica, eslóganes y sesgos preconcebidos.

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