Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

23 Ago, 2023

La insostenible irresponsabilidad

Nikita Kruschev, el sucesor de Stalin en la Secretaría General de la Unión Soviética, decía que los políticos prometen construir puentes incluso cuando no hay ríos que cruzar. En democracias como México, esas promesas se vuelven discurso electoral de todos los actores. No obstante, cada cierto tiempo, llegan políticos que sobreprometen o convierten promesas descabelladas en sus ejes de gobierno. El resultado casi siempre es desastroso.

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El peligro radica en que algunas de estas promesas, lejos de ser soluciones, pueden convertirse en amenazas para la estabilidad económica y la seguridad del país. México y otros países de América Latina son especialmente propensos a ello. Como si fuese un péndulo que va de derecha a izquierda (y de regreso), nuestros países sufren de la inestabilidad económica de las promesas de la izquierda implementadas en el gobierno. Después de un tiempo, el electorado se cansa de la irresponsabilidad y vuelve a gobiernos del centro (o derecha), capaces en lo administrativo, pero generalmente malos para movilizar a las masas. El ciclo se repite, generalmente, después de algún escándalo político aprovechado por la izquierda en la oposición.

Por años, ése ha sido el libreto común de países en democracia como Argentina, Ecuador, Perú y, recientemente, México. Argentina, un país que ha pasado por gobiernos de izquierda y derecha, parece que está atorado en ese ciclo interminable, sin poder encontrar una salida para romper esa inercia. México, por años un faro de estabilidad económica, rompió esa firmeza con los gobiernos populistas de Echeverría y de López Portillo y sus promesas descabelladas en los años 70. Fue hasta este siglo, con gobiernos de centro o de derecha más responsables en lo económico, que dejamos de enfrentar crisis económicas sexenales.

Sin embargo, después de esas malas experiencias de populismos de izquierda, en el 2018 tropezamos con la misma piedra. Llegó un candidato con ideas nacionalistas, centradas en el gasto desenfrenado y la energía fósil en manos del Estado como eje económico. Por primera vez en muchas décadas, regresó la irracionalidad económica de las acciones del gobierno. Todo se volvió político, sin tomar en consideración los costos.

Se construye una refinería que, al momento, lleva más de 17 mil millones de dólares y no tendrá retorno social o económico para el país o para Pemex. La cancelación del Aeropuerto de Texcoco costó más de 330 mil millones de pesos. El Tren Maya quedará muy bonito, pero su rentabilidad social o económica será nula, con costos enormes de construcción, operación y mantenimiento. Llegamos al extremo de que el Estado gastará más en comprar y operar a Mexicana de Aviación que lo que gastó en medicinas para pacientes con cáncer en todo el sexenio.

Ahora que se empiezan a consolidar las candidaturas para las elecciones de 2024, los candidatos del gobierno siguen con ese mismo discurso. Lo que no dicen es que ese nivel de gasto e irresponsabilidad es insostenible. Aunque en 2018 AMLO prometió no incrementar la deuda, el gobierno se está financiando con ella. Tenemos un déficit presupuestario de 3,200 mdp este año y la deuda pública incrementó 31%, y ya no tenemos guardaditos de los fondos de estabilización.

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Esperemos que se rompa el ciclo y volvamos a la racionalidad.

 

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