Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

6 Mar, 2019

Las dos realidades de AMLO

En próximos días el gobierno de López Obrador rebasará la marca de los 100 días. Después de años de campaña, una reñida elección y, lo que ahora parecieran varios años de una administración, Andrés Manuel López Obrador enfrenta dos realidades.

Con un nivel de aprobación de 78% (el más alto en 30 años) López Obrador se convierte en un Presidente que aprueban ocho de cada diez mexicanos. Sin embargo, esa realidad puede ser efímera.

Primero, la realidad de la popularidad. López Obrador ha sido omnipresente en los medios de comunicación masiva. Sus conferencias de prensa mañaneras le garantizan tener el reflector y primicia del día en forma constante.

Andrés Manuel López Obrador ha realizado más conferencias de prensa que los anteriores presidentes en todas sus administraciones. Eso aunado a la percepción ultranegativa de Peña Nieto, quien rondaba el veinte por ciento de aprobación al cierre de su administración, hace que Andrés Manuel López Obrador se vea más popular. El mensaje de austeridad y sencillez ha sido también importante para la población y es famoso por hacer sus viajes de trabajo en aviones comerciales.

Sin embargo, están también las decisiones negativas y la improvisación que, si bien en el corto plazo no tendrán consecuencias visibles, sí lo tendrán en el mediano y largo plazo. Esta otra realidad es la que significa contratar una hipoteca y no pagarla; eventualmente se cobrará.

La “consulta” y cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), la otra “consulta” y el anuncio de la construcción del Tren Maya, el aumento al salario mínimo en la frontera norte sin mayor estudio, escasez de combustibles, la creación de la Guardia Nacional (que lo desgastó ante la clase intelectual y sectores de izquierda) y hasta la cancelación de programas sociales como las estancias tendrán una consecuencia en el futuro.

Se tratan de temas de índole económico-presupuestal como el costo del nuevo aeropuerto, las subvenciones a ninis y otros sectores de la población y hasta la construcción del Tren Maya o el aeropuerto de Santa Lucía sin tener proyectos ejecutivos o análisis de costos los que serán problemáticos.

Quizás, lo más grave de estas dos realidades es que, mientras se mantiene el optimismo en gran parte de la población, en el plano económico las calificadoras de riesgo como Standard & Poor´s, especialistas e instituciones financieras nacionales e internacionales alertan sobre una posible desaceleración económica, han bajado sus calificaciones de la deuda soberana y por los planes que se tienen para este sexenio con Petróleos Mexicanos (Pemex).

Para muestra, la baja en la calificación crediticia de Pemex y la deuda soberana por parte de S&P pone en riesgo la capacidad del gobierno en contraer y darle servicio a la deuda soberana a tasas accesibles.

Eso a la vez significa que la inversión extranjera se irá a países emergentes donde se ven más certeras y jurídicamente estables las inversiones. Están también pendientes las calificaciones de Moody’s y otras que ya han sido desacreditadas por Andrés Manuel López Obrador.

En algún momento la realidad económica le cobrará a Andrés Manuel López Obrador la improvisación y errores.

 

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