Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

19 Feb, 2020

Narrativa e intereses

Nunca, como ahora, el gobierno federal se centra ahora en una sola persona. Dado su estilo de tomar decisiones, silencia a sus subalternos o los deja sin poder de decisión activa salvo que tengan su autorización expresa. Todas las decisiones, grandes y pequeñas, se toman en el Palacio Nacional, ya sea que éstas sean parte del dogma que ha construido López Obrador a lo largo de los años en campaña o por decisiones tomadas en el momento (o en las mañaneras) para complacer a un sector de la población o grupo de poder.

En este contexto, en este año de gobierno se han desarrollado dos narrativas dentro del gobierno, incluso en temas económicos. Por ello, las contradicciones en que han caído los especialistas, por un lado, y los dogmáticos del gobierno por el otro. Cuando un secretario o subsecretario, especialista en su ramo y con amplias calificaciones para el puesto, habla de un tema, unas horas más tarde López Obrador lo contradice. Son los problemas de dotar de argumentos racionales al gobierno cuando el único que puede hablar es el propio Presidente —con sus filias y fobias—.

Varios funcionarios han cometido el error de querer justificar o razonar el ejercicio del gobierno cuando aquello soló yace en el impulso y oportunidad del Presidente. Por eso, la contradicción intrínseca de tener gente preparada y racional versus aquellos que usan únicamente sus instintos arraigados. Víctimas de esta narrativa presidencial han sido varios, sean o no de su gobierno: funcionarios, gobernadores, críticos y aliados. Ahora se ven los rezagos en esa “racionalidad”: la economía no está tan activa como debería, las oficinas de gobierno no funcionan bien y algunas estrategias —como la seguridad— son ampliamente criticadas y disfuncionales.

Sin embargo, tiene razón en algunos argumentos, aunque sus formas no sean las mejores. Es cierto que México ha sido un país con una economía de cuates. Es cierto que se han privilegiado a pocos durante décadas y el sistema político se pudrió por dentro. Por eso precisamente ganó la elección: fue el único que lo dijo. Sin embargo, su narrativa rebasa —por populista y, en muchos casos, áspera— los límites de lo que es tolerable y esperado en un jefe de Estado.

Un tema que ha generado mucho debate dentro y fuera del gobierno y en círculos financieros son las tasas de interés. Es este tema uno en donde el gobierno, por más influencia que quiera ejercer, no puede meter —al menos institucionalmente— las manos. Es un tema de política económica que le corresponde exclusivamente al Banco de México.

Lo interesante es que, ante tiempos en donde las economías ven retos importantes, el Presidente de México y el de Estados Unidos —entre otros— han reclamado una mayor baja de las tasas para así estimular las economías. En el caso de México, la tasa es del 7% después de que Banxico ha decidido en varias ocasiones recortarla. Eso le ha permitido al peso mexicano mantenerse fuerte frente a otras monedas y sostener a la economía, aunque esta no crezca.

Es por ello importante mantener la autonomía del Banco de México. Decisiones monetarias no deben estar sujetas a las narrativas políticas.

 

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