Rodrigo Pérez-Alonso

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Rodrigo Pérez-Alonso

11 Oct, 2023

Repartiendo abrazos en el extranjero

Antes de iniciar su mandato, Andrés Manuel López Obrador fue invitado a una conferencia con banqueros e inversionistas en Estados Unidos. Sentado como panelista principal, con un semblante incómodo y fuera de su elemento natural, López Obrador poco podía disimular el enfado de estar en ese ambiente internacional sofisticado y, según sus propios nominativos, fifí. Era un escenario en el que no controlaba la narrativa y en la cual no entendía las dinámicas.

López Obrador se enorgullecía de ser un candidato que no había viajado mucho a otros países. Como si fuese una virtud, minimizaba su nulo entendimiento del inglés y cualquier otra señal que no fuera lo que dijera “el pueblo” a través de él.

Una de las propuestas centrales de su campaña presidencial fue que “la mejor política exterior, es la interior”, un lema a todas luces contradictorio.

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Esa contradicción, ya como Presidente, ha causado problemas serios en nuestra política exterior y ha dado malos resultados. A pesar de que ha tenido buenos operadores con Marcelo Ebrard y Alicia Bárcena, el capricho de una sola persona ha derrumbado todo. Su enfoque, alejado de las tradiciones diplomáticas mexicanas, ha llevado al país a situaciones que ponen en tela de juicio la capacidad del gobierno para defender los intereses y valores de México en el escenario global.

Los malos resultados han partido desde darle entrada a Donald Trump, hasta intervenir en asuntos internos de Bolivia y Perú, mientras que con países bajo dictaduras como Venezuela o Cuba dice que no debemos intervenir. Con Estados Unidos, bajo el mando de Joe Biden, a pesar de ser nuestro principal socio comercial, las diferencias han sido profundas en materia de energía, maíz, seguridad de inversiones y hasta en la interpretación del T-MEC.

Con el Parlamento Europeo escribió cartas que causan pena ajena, con frases como que “es lamentable que se sumen como borregos a la estrategia reaccionaria … del grupo corrupto que se opone a la Cuarta Transformación.” Incluso en eventos con presidentes de izquierda como Gabriel Boric de Chile o Gustavo Petro de Colombia, López Obrador demostró su poca capacidad diplomática, generando diferencias visibles con esos mandatarios.

Un ejemplo más reciente es de risa. Ante los recientes ataques terroristas del grupo Hamás en Israel, el presidente López Obrador pidió neutralidad y la paz mundial.

Esta decisión no sólo contradice la tradición diplomática mexicana de condenar cualquier forma de violencia y defender los derechos humanos, sino que también desestima la importancia de tomar una posición clara en temas de relevancia global.

Quiso quedar bien con la izquierda setentera que condena a Israel, sin reprobar la violencia de los extremistas de Hamás (que no es Palestina ni su pueblo).

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Al final, la falta de una estrategia clara y coherente en política exterior ha llevado a decisiones apresuradas y contradictorias. Por un lado, se busca la no intervención en asuntos internos de otros países, pero por otro, se toman decisiones que interfieren directamente en la política interna de naciones amigas. Cuando es conveniente, sólo pide abrazos y la paz mundial como si fuese concursante de Miss Universo.

Todo sea por maquillar el nulo entendimiento de la importancia de México en el exterior.

 

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