Ángel Verdugo

Economía sin lágrimas

Ángel Verdugo

16 Jul, 2015

¿Y ahora, a quién culpar del estancamiento? ¿A Guzmán Loera?

Por lo pronto, ante la desconfianza que parece haberse generado entre grupos de inversionistas potenciales que todavía hace unos días estaban interesados en tomar riesgos en México de diferente magnitud, habrá que ir desarrollando un conjunto de nuevas excusas porque, las usadas a la fecha ya dieron de sí.

Las nuevas excusas servirían a los de siempre, para explicar –en las nuevas condiciones generadas a raíz de la evasión de Joaquín Guzmán Loera–, qué es lo que explicaría ahora, clara y convincentemente, por qué no llega la inversión extranjera, por qué no crece la economía y por qué, si somos como se afirma una y otra vez, el paraíso para hacer excelentes negocios, nuestra economía permanece en el estancamiento perenne (Continuo, incesante, que no tiene intermisión).

¿A quién culparán ahora de lo anterior, y de muchas cosas más? ¿A los tres o cuatro funcionarios cesados, y a unos cuantos vigilantes de la prisión donde se registró la evasión de aquél? ¿Así de fácil?  Es decir, ¿una vez cesados unos y sometidos a proceso los otros, ya la economía saldrá de su estancamiento, situación constante desde hace más de treinta años?

¿Por qué esa conducta de negarse a reconocer las causas –hoy más que evidentes–, de nuestra incapacidad para crecer? ¿A qué se debe esa resistencia a admitir lo obvio? ¿Cómo es posible que alguien, que uno supone está en su sano juicio y tiene al menos dos dedos de frente, insista en negarse a tomar hoy las decisiones que hace muchos meses debió haber tomado?

Es más, ¿por qué no corregir nombramientos hechos al amparo de la cercanía y el amiguismo pero no la capacidad probada? ¿Es que el responsable de haberlos decidido, piensa todavía hoy que un país de la complejidad del  nuestro, puede ser gobernado como si fuera un changarro, con los cuates de la colonia?

La gobernación en la globalidad, obliga al gobernante a compartir espacios de poder; las más de las veces, es imposible encontrar entre los cuates y los amiguísimos, el acervo de talento que una gobernación responsable y calificada exige. Luego entonces, ¿por qué no corregir cuando aún es tiempo, y aplicar la máxima utilísima que dice: Los amigos son para sacrificarlos?

¿Qué compromisos hechos con ellos, pueden estar por encima de la estabilidad política y económica del país? ¿Qué promesas fueron hechas, para poner en riesgo la gobernabilidad del país?

El tiempo en la gobernación, es la mercancía más valiosa después del oficio político, y de la capacidad para desempeñarse en áreas críticas del quehacer gubernamental. Hoy, el tiempo transcurrido desde el 1 de diciembre del año 2012 parece, en buena medida, haber sido desperdiciado; ante esta afirmación, que parece ser buen reflejo de lo visto a la fecha, no queda otra salida que recurrir al oficio político, y a la capacidad probada para lograr un buen desempeño al frente de ésta o aquella área del gobierno.

¿Qué hará el Presidente a su regreso? Eso, solamente él lo sabe; sin embargo, ante la situación generada que le redujo el margen de maniobra, es válido afirmar que lo único que millones de mexicanos esperamos de él es, sin duda, que se atreva a decidir. ¿Lo hará?

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