David Páramo

Análisis superior

David Páramo

14 Feb, 2018

No votaré por AMLO

 

Nací en la segunda mitad de la década de los sesenta, por lo que mi infancia, adolescencia y comienzo en el mundo laboral (me dedico al periodismo financiero desde 1988) estuvieron marcadas por las funestas consecuencias de la irresponsabilidad populista de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, dos tipos que deberían ser juzgados por genocidio económico.

Vi cómo los esfuerzos de mis padres por forjar un patrimonio se destruyeron con las continuas devaluaciones, el desorden en las finanzas públicas y la hiperinflación. Aprendí a temer a los discursos de hombres quienes creían que sólo ellos eran la solución a cualquier problema y que ellos interpretaban la voluntad del pueblo.

Tipos populistas que actuaban por encima de la ley y la razón, rodeados por camarillas que jamás los cuestionaban y veían como designios divinos sus ocurrencias. No había espacio para la disidencia, puesto que caían en la ignominia quienes se atrevían a levantar la voz. Bastaría recordar el trágico proceso que derivó en la creación del Consejo Coordinador Empresarial, en 1976.

Después del sismo de 1985, vi con emoción cómo la democracia se abría paso hasta la caída del sistema a manos de uno de los arrepentidos de Morena, Manuel Bartlett, que derivó en el robo a la elección de Cuauhtémoc Cárdenas, un gran valor para la democracia.

Aprendí que el populismo estatista, caracterizado por la sustitución de importaciones, los precios de garantía (que incluían hasta las tasas de interés bancarias), la excesiva dependencia del petróleo, los subsidios generalizados, las soluciones mágicas, que sólo un iluminado tenía, y la descalificación de los opositores derivan en crisis económicas y sociales que lleva muchísimas décadas corregir.

De niño me tocó padecer racionamientos de azúcar, condicionamiento de la venta de productos, apagones escalonados, anuncios en los que se decía que no se usara el teléfono porque era para acortar distancias no alargar llamadas… Ver cómo el esfuerzo de mis padres se volvía nada, puesto que las devaluaciones y la inflación acabaron con su patrimonio.

Al comienzo de mi vida profesional aprendí que no podía ahorrar porque las cosas costarían más a la siguiente quincena. La inflación de 1988 fue de 157 por ciento.

Todavía en 1995 salvé milagrosamente la crisis financiera que arruinó a muchísimos mexicanos, derivada de malas decisiones en materia económica.

RESURRECCIÓN

Tuvieron que tomarse medidas correctas, con mayor o menor intensidad, durante los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto para que la economía dejara atrás las crisis devaluatorias, de deuda; la vulnerabilidad derivada de la dependencia petrolera o cualquier cosa que pudiera ocurrir en el mundo.

Sé que dos sexenios de populismo causaron muy grandes destrozos en la economía de las familias y que recién ahora se ven los resultados de las buenas políticas tomadas durante más de 20 años. El empleo crece a la tasa más alta de la historia, la inflación promedio anual es la más baja desde que se tiene registro. Como nunca en la historia del país, el acceso a los créditos es el más alto que en cualquier otra época del país.

Gran parte del control de la inflación se debe a la apertura de la economía no sólo hacia el exterior, sino también hacia una mayor competencia en precios. Los precios controlados o los subsidios generalizados van en contra de la competencia. Las crisis recurrentes de la economía se han convertido en un triste recuerdo. La economía crece consistentemente desde 2010, y choques externos como la caída del precio del petróleo no derivan en una crisis económica nacional. A pesar de que el precio del petróleo cayó de 100 a 18 dólares, la economía mexicana no dejó de crecer.

El tipo de cambio dejó de ser la pieza de equilibrio de las finanzas públicas y hoy actúa como un amortiguador que ha permitido paliar los choques externos.

AMLO 2018

Más allá del discurso, las propuestas económicas, sociales y políticas de AMLO son las mismas que aplicaron Echeverría y López Portillo con los resultados funestos para los mexicanos. Las correcciones cosméticas a ese populismo estatista son todavía más graves.

Ahí están los elogios abiertos de Yeidckol Polevnsky, Héctor Díaz Polanco, Gerardo Fernández Noroña y otros liderazgos de Morena hacia el llamado Socialismo del siglo XXI y su eventual aplicación en México.

Habría que comparar los resultados de las economías de Argentina, Brasil, Ecuador (que incluso ya dejaron atrás este modelo de populismo fracasado) y de Venezuela con México durante todo este siglo. Habría que recordar cómo vivían los mexicanos en las décadas de los setenta y ochenta y como viven hoy.

La oferta de Morena es regresar al México de la década de los setenta, lo que me resulta inadmisible.

 

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