Recuperemos lo público

Espacio Urbano - 20 Feb, 2015
¿Qué entendemos por espacio público? Foto: Thinkstock

Esta semana deseo salirme un poco del guión habitual. Aunque este blog tiene como objetivo central discutir los espacios públicos físicos de las ciudades, la entrada que escribí sobre Anne Hidalgo hace un par de semanas desató una polémica que me parece relevante discutir en este espacio y me ha perseguido en el último par de meses: ¿qué entendemos por espacio público?

A fin de no extenderme mucho en esta pregunta, y si tienes 10 minutos, recomiendo este video uruguayo para entender la relación entre espacio público y la construcción de ciudad (y para ampliar aún más el debate sobre el espacio público en México y sus implicaciones, sugiero el libro ¿Qué tan público es el espacio público?, coordinado por Mauricio Merino).

Las y los mexicanos, dada nuestra historia política reciente, tenemos la terrible costumbre de creer que lo que no está en la esfera privada le compete únicamente al gobierno. Que todo lo que es de uso común, abierto y accesible para todos –como define Nora Rabotnikof a “lo público” en una de sus acepciones– deben atenderlo únicamente las y los gobernantes. Con esto, no sólo me refiero a espacios públicos físicos, sino a todo lo que en México constituye un espacio público: el espacio económico, la democracia, la salud, los medios de difusión, etcétera; es decir, todo aquel espacio donde el bien común debería preceder al interés privado.

A pesar de que todo tiene una dimensión política, lo político no lo es todo, especialmente en cuanto a lo público se refiere. Lo público es mucho más amplio que lo político, y va desde los bienes naturales y económicos hasta los éticos; pasando también por los males, como la pobreza, la violencia y el hambre. Sin embargo, seguimos creyendo que lo que no nos beneficia (o afecta) directamente es responsabilidad de la autoridad, que el gobierno será el encargado capaz de arreglarlo o cambiarlo.

Un ejemplo claro de este erróneo paradigma mexicano respecto a lo público es la baja aceptación y apoyo ciudadano de las candidaturas independientes. Ante la primera oportunidad de recuperar lo que es de todos –y no solamente de la política partidista–, de regresar el poder a la ciudadanía, la respuesta inmediata fue la indiferencia: “Eso no me corresponde”, “¿Y yo por qué debería apoyarles?”. Esto me recuerda una respuesta que hace unos años me dio una persona a quien pedí recogiera una envoltura que aventó al piso: “¿Y yo por qué, si para eso está el gobierno?”.

No sólo se corrompe lo público cuando se cierra en beneficio de una o de algunos lo que debe permanecer abierto, como las calles o las plazas, sino también cuando lo que debe ser incluyente y accesible – como el gasto del gobierno, los puestos de elección popular o los medios de comunicación públicos – se vuelve excluyente y hermético.

¿Y cómo solucionamos esto? Recuperemos (y asumamos) lo público. Esto implica tomar una actitud activa para buscar el bien común, y esto no se entiende sin participación ciudadana. Abandonemos ese absurdo supuesto de que la multiplicación de quienes tienen capturado lo público en México equivale a la construcción de un espacio público compartido, como recuerda Mauricio Merino. Política no es únicamente lo que hacen las y los políticos de siempre, sino lo que hacemos las ciudadanas y ciudadanos cuando nos preocupamos y ocupamos de lo público, para que éste sea justo e incluyente. Lo anterior no sólo implica que estemos atentos a las cuestiones públicas, sino también que estemos dispuestos a participar en las distintas esferas de la sociedad civil, de forma crítica y comprometida.

Seamos ese contrapeso que México tanto necesita.