Crónicas de la burbuja: El vuelo imparable del Bitcoin

Economía -
¡Qué importa que dentro de las criptomonedas haya divisas ridículas, como Dogecoin, acuñadas como una broma, si esta sube sin límite, aunque sean basura! Foto: Pixabay
¡Qué importa que dentro de las criptomonedas haya divisas ridículas, como Dogecoin, acuñadas como una broma, si esta sube sin límite, aunque sean basura! Foto: Pixabay

¡Qué importa para qué sirven o vayan a servir Bitcoin y la cartera de criptomonedas que han convulsionado a los mercados en los últimos años! Lo único que importa es que suben y suben, y que su escalada no parece tener límite a pesar de ocasionales caídas de las que parece tomar más bríos para marcar nuevos records. ¡Qué importa que dentro de las criptomonedas haya divisas ridículas, como Dogecoin, acuñadas como una broma, si esta sube sin límite, aunque sean basura!. Todo parece indicar que Bitcoin y sus secuaces son un gigantesco fraude manipulado por un puñado de especuladores: poco importa a los inversionistas, quienes miran un récord tras otro.

Las criptomonedas son cifras electrónicas, generadas por un algoritmo de altísima seguridad de tal forma que el proceso de su generación está encriptado y su cantidad en circulación restringida por el tiempo y costo de resolver el algoritmo. Sus creadores las concibieron como más difícil de falsificar que el oro, y lo más importante, las vislumbraron como remotas de los efectos que la política monetaria moderna tienen sobre la economía.

El dinero actual, dicen sus creadores, está corrompido por la capacidad de los bancos centrales de crear dinero de la nada, pues ellos pueden comprar hasta el infinito bonos a los inversionistas e inyectar así torrentes de dinero en la economía, conculcando el valor de las monedas fiduciarias modernas.

Este argumento ramplón es el que justifica la existencia y atractivo de las criptomonedas. En su raíz es una razón anarquista: crear un activo cuyo valor no dependa de la decisión del Estado y que sirva como medio de pago únicamente entre privados, sin la intervención del gobierno que, de siempre, tasa, impone y corrompe las divisas en su beneficio.

Un medio de pago entre privados, imposible de falsificar, y no sujeto al control del Estado es el sueño de anarquistas, inversionistas, emprendedores y también de criminales de cuello blanco, azul y de cualquier color. Las transacciones con criptomonedas por ejemplo, no están sujetos a retención de impuestos, y no dejan rastro en los canales oficiales. Es una economía monetaria en la sombra, y fuera del alcance del Estado y sus burócratas.

Mientras que el Banco de México por ejemplo, tiene que publicar todos los jueves en la tarde cuantos pesos tiene en sus pasivos (la base monetaria), y sus activos (las reservas internacionales), nadie sabe quiénes son los principales tenedores de criptomonedas, ni sus usos y fuentes, como es necesario saberlo para cualquier moneda que sirva como tal en el mundo.

Algunos académicos sostienen (Nouriel Roubini, por ejemplo), que Bitcoin y su corte son en realidad un gigantesco fraude, una pirámide embaucadora controlada por un compacto grupo de especuladores que controlan la oferta de la divisa electrónica con el fin de disparar su precio y enriquecerse ellos a costa de vender la ilusión entre los inversionistas de un activo de precio imparable.

Muy probablemente Roubini y sus amigos tengan razón, y con el tiempo nos percataremos del escandaloso fraude que es Bitcoin. Pero eso no ha importado, ni importará en el mediano plazo, pues Bitcoin es la promesa y la constatación de un activo cuya capacidad de hacer muy rico a quienes apuestan por él ha sido contundente desde su incepción hasta la fecha.

Solamente en lo que va del año Bitcoin ha ganado un increíble 102 por ciento, en no más de tres meses de este 2021, mientras que en los últimos doce meses la criptomoneda insignia se ha anotado un alza vertiginosa, de 837 por ciento. Más que cualquier índice, más que casi cualquier acción. Y mucho más que cualquier proyecto productivo: un hospital, una carretera, una fábrica. Es difícil pensar en un proyecto real que compita contra la locura de invertir en una moneda que lo único que hace es existir: no produce nada, no aporta nada, no vende ni compra nada: solo es. Sólo está allí.

Contrario a lo que dicen sus creadores, Bitcoin no ha sido acuñada para servir algún propósito útil. Ha sido emitida para servir como caño de la especulación incentivada por la extraordinaria expansión monetaria. Y allí radica su contradicción. Las criptomonedas, acuñadas para escapar los intentos de manipulación monetaria, son las grandes beneficiarias del exceso de liquidez global: entre más intensa y prolongada sea la inyección global de liquidez, mayor será el rally de las criptomonedas, y quizá su danza infinita acabe cuando los borbotones de dinero cesen en algún momento en el futuro. Pero por el momento el vuelo imparable de Bitcoin seguirá, y quien no se trepe en la ola, quedará como un tonto ante los demás.

Por: Edgar Amador

 

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